DISCURSO BICENTENARIO DE LA BATALLA DE
LA VICTORIA
DISCURSO DE ORDEN PRONUNCIADO POR GERMÁN FLEITAS
NÚÑEZ CRONISTA DE LA CIUDAD DE LA VICTORIA EL 13 DE FEBRERO DE 2014 EN LA PLAZA
RIBAS, DURANTE LA SESIÓN SOLEMNE DEL ILUSTRE CONCEJO MUNICIPAL DEL MUNICIPIO
“JOSÉ FÉLIX RIBAS” DEL ESTADO ARAGUA, CON MOTIVO DE HABERSE CELEBRADO EL DÍA
ANTERIOR, DOSCIENTOS AÑOS DE LA BATALLA
DE LA VICTORIA “DIA DE VENEZUELA EN ARAGUA” Y “DÍA NACIONAL DE LA JUVENTUD.
Hizo ayer 82 años, el 12 de febrero
de 1932, en esta misma plaza, nuestro gran poeta Rafael Briceño Ortega
pronunció el más revolucionario y vibrante de sus discursos patrióticos. Al
bajar de la tribuna fue apresado por los adulantes del gobierno y conducido al
Castillo Libertador de Puerto Cabello, donde se le encarceló hasta su muerte. A
su memoria dedico estas palabras.
Señoras
y señores:
Cuando se
cumplen 200 años y un día de la gran batalla del 12 de febrero de 1814, la
ciudad recobra su celebración de “Fiesta Parroquial y Pueblerina” que había
perdido desde hacía muchos años y que ojalá no vuelva a perder jamás. Esta sensación de vecindario reunido, de
caras conocidas, de acto íntimo y doméstico, debe parecerse en mucho a la
sensación de paz, de familiaridad, de portón cerrado, que experimentó nuestro
pueblo en 1917, al día siguiente del despojó que nos arrebató la condición de
capital del estado Aragua que ostentaba nuestra ciudad desde hacía 70 años por
méritos propios que el poeta Sergio Medina llamaba “teñidos con las rojas
tragedias del pasado”. Contaban los viejos victorianos que en aquel entonces,
nadie se entristeció, porque detrás de la presidencia del estado, se fueron los
capataces, los coroneles, los mandamás que venían desde afuera a mandar, a
enriquecerse, a humillar a esta martirizada ciudad; se fueron los negociantes,
los adulantes, los sigüises, los soplones, los espías; se mudaron todos para Maracay y nos dejaron a
La Victoria para los victorianos.
Doy las gracias
al ayuntamiento por darme la palabra en este acto solemne y sencillo a la vez y
por haber ideado la magnífica modalidad de consultar al pueblo, lo cual obliga
a que los oradores del futuro, sean
designados previa consulta de la voluntad popular.
Señoras y
señores:
Hizo ayer
doscientos años, en esta misma plaza, “un
macizo de árboles y un macizo de gloria” como dice en su verso nuestro
gran poeta Miguel Ángel Álvarez primer Cronista de la Ciudad, se estremeció la
tierra bajo el repiquetear de las caballerías de Simón Bolívar y José Félix
Ribas, sobre cuyos lomos venía cabalgando el pueblo venezolano y bajo el
repiquetear de las caballerías de José Tomás Boves, sobre cuyos lomos también
venía cabalgando el pueblo venezolano. Unos venían a defender las banderas de
La Patria y otros a defender las banderas del Rey.
Nos hemos
congregado en esta “historiada plaza bajo la azul rotunda” -como la llamó
Sergio Medina en su imponente soneto-,
para rendirle homenaje a nuestros abuelos patriotas, ratificarles
nuestro compromiso de honrar siempre el sacrificio que hicieron, inclinarnos
reverentes ante sus sangres derramadas, orgullosos de los ideales que nos legaron y dispuestos a
transitar los caminos que ellos emprendieron; y a decirle a nuestros abuelos
realistas -no a sus líderes- que a nuestro juicio de hoy, estaban
equivocados por seguir ideales monárquicos, si es que alguna vez siguieron
algún ideal monárquico, que entendemos el que en un principio arremetieran
contra sus libertadores y que lejos de condenarlos, sabemos que actuaron en
defensa propia de sus intereses, en legítima defensa y que tambien los
reconocemos como nuestros abuelos porque también lo son; y a decirles que al
juntarse con sus adversarios y cambiar el rumbo hacia la sabana de Carabobo,
acaudillados por Simón Bolívar y José Antonio Páez, además de una patria, nos
dieron una lección que debemos aprender, aunque
transitoriamente nos hagamos los
desentendidos porque le sacamos mejor provecho
a la división y al enfrentamiento
que al entendimiento y a la unión. Hemos pasado dos siglos divididos; el
tiempo de avanzar lo hemos perdido andando con una sola rueda del carruaje;
ayer: aborígenes y conquistadores; amos y esclavos, mantuanos y peonadas,
patriotas y realistas, liberales y conservadores, centralistas y federalistas,
gomecistas y “malos hijos de la Patria”, explotadores y explotados; en nuestra
juventud: perezjimenistas y demócratas, civiles y militares, adecos y
copeyanos; hoy: chavistas y antichavistas, porque hasta en lo religioso andamos
divididos: hay quienes son de José Gregorio Hernández y quienes somos de la
Madre María de San José. Simón Bolívar
pretendió ser el líder de “todos los venezolanos”; para lograrlo, se abrazó con
el capitán general Pablo Morillo, nombró como representante del ejército
patriota de Colombia a un general realista, le escribió cartas al Rey Fernando
Séptimo y le envió mensajes a José Tomás Boves. El pueblo venezolano, lo que
somos hoy en día, es producto del mestizaje y de esa guerra; además de ser el
punto equidistante entre América, España y África, como lo dijo el
Libertador, es tambien el punto
equidistante entre nuestros abuelos patriotas y nuestros abuelos realistas y de
la bravura con la que ambos defendieron sus diferentes causas, debemos
sentirnos todos orgullosos, porque descendemos de todos y el pueblo somos
todos. La paz y la concordia nos
brindarán la dulzura de la miel, pero jamás podremos saborearla cayéndole a
patadas a la colmena.
Lo que pasó
aquel día,
venía pasando desde antes, siguió pasando luego y seguirá pasando en el futuro,
porque es la eterna lucha del pueblo por
resolver las contradicciones que arrastramos desde los días mismos del
descubrimiento y que todavía no se han resuelto.
Contra aquella
Primera República, la república aérea -como la llamó el Libertador- nacida el 19 de abril de 1810 y confirmada el
5 de julio de 1811, reaccionó con fiereza el gobierno de la corona y el pueblo venezolano, nuestros
abuelos, en lugar de irse detrás del patriota
Francisco de Miranda, se fue detrás del caudillo realista Domingo Monteverde y
aunque el Precursor lo derrotó dos veces aquí, en la “Primera Batalla de La
Victoria”, a los cinco días se rindió y le entregó la Patria que tanto trabajo
estaba costando construir. Aquí murió la Primera República y nació la Segunda,
cuando al final de la Campaña Admirable, el 4 de agosto de 1813, a dos cuadras
de esta plaza, en la “Casa de la Capitulación”,
mejor conocida como casa de “La Mascota”, el gobierno realista de Caracas capitula y El
Libertador, quien era hijo de un victoriano, recoge en la cuna de su padre, las
banderas que el año anterior, aquí mismo, había dejado caer Miranda. Pero esta
Segunda República también va a caer, porque nuevamente el pueblo venezolano,
nuestros abuelos, otra vez y por las
mismas causas, en lugar de irse detrás
de los patriotas Simón Bolívar y José Félix Ribas y del mantuanaje criollo -que
era capaz de ofrendar sus vidas por
darle libertad a La Patria pero no se la daba a sus esclavos- se va detrás del
nuevo caudillo realista que esta vez se llama José Tomás Boves. Es en el marco
de esta Segunda República cuando se produce la gran Batalla del 12 de febrero
de 1814 que estamos recordando hoy.
En realidad se
trató de un rosario de batallas, libradas durante mucho tiempo en el más amplio
frente que conoció la historia de Venezuela,
porque cuando los libertadores Bolívar y Ribas entraron a Caracas
después de cubrirse de gloria en la Campaña Admirable, ya Boves tenía reunido
en el llano guariqueño, un ejército de veinte mil hombres con veinte mil lanzas
sobre veinte mil caballos, el mayor que ha conocido nuestro país en toda su
historia; más grande que el que un siglo después, en 1902 trajo el banquero
Manuel Antonio Matos a la “Cuarta Batalla de La Victoria”, a sufrir la primera
derrota militar del imperialismo en Latinoamérica. Era como una misma gran batalla movible, con variados escenarios
y distintas suertes.
Se libraron en
el llano, en el centro y en oriente,
grandes combates: Santa Catalina, donde derrotaron a Mariano Montilla;
Mosquiteros, con el enfrentamiento de dos españoles, en el cual Campoelías
derrotó a Boves; La Puerta, donde siempre perdieron los patriotas; La Victoria
y Pantanero; luego vendrán las dos de San Matheo, con el épico sacrificio de
Antonio Ricaurte; Bocachica, con triunfo del recién llegado Mariño sobre Boves;
la segunda de La Puerta, trágica
victoria de Boves sobre Bolívar y Mariño juntos; después Valencia y la espantosa huida de
20.000 caraqueños hacia el oriente por entre pantanos, fieras y plagas, perseguidos de cerca por Boves y Morales
llamando a degüello; y todo, para ver perecer a la Patria en Urica donde fue
aniquilado el ejército patriota. En Urica mueren La Patria y su peor verdugo;
derrotan a Ribas pero matan a Boves. Todos los grandes jefes patriotas
derrotaron a Boves pero todos fueron derrotados por él. Con estas derrotas de
Urica y Maturín cayó la segunda
república y hubo que volver a empezar.
Nuestra gran
batalla
ha sido estudiada por todos los historiadores, quienes han hecho variadas
descripciones y dicho desde sublimes exaltaciones hasta tremendos disparates.
Entre los mejores libros destacan: “Venezuela Heroica” de don Eduardo Blanco,
“Lanzas Coloradas” de Arturo Uslar Pietri, la “Rebelión Popular de 1814” del
doctor Juan Uslar, la “Biografía de
José Félix Ribas” de Juan Vicente González, las historias de Francisco Javier
Yánez, Feliciano Montenegro y Colón y Héctor Bencomo Barrios. Para decir estas
palabras, he decidido poner a un lado el
promontorio de papeles escritos por quienes no estuvieron en la acción, de
quienes ni siquiera habían nacido y guiarme por lo que dice el mejor testigo
presencial que es el propio general José Félix Ribas.
El gran
estratega es el general Bolívar quien está en Valencia; Ribas está en Caracas. Sabe El Libertador que
Boves está en Villa de Cura con 7000 hombres y que en su afán de tomar el
centro, avanzará sobre Valencia o sobre
Caracas. Por si va sobre Valencia, fortifica las dos puertas de entrada que son
el Portachuelo de Guaica al sur del lago y Los Guayos al norte; por si va sobre
Caracas, fortifica las entradas por el Tuy y a La Victoria, que es la puerta
natural de Caracas, porque la geografía determina la historia. Enseña don Ramón
Tovar que la historia no es más que “la geografía en el tiempo”, así como la
geografía no es más que “la historia en el espacio”. Cuando tiene claro que el ataque es a La
Victoria, envía al Teniente Coronel
Mariano Montilla (del Pao de Zárate) a llevarle a Ribas la orden de avanzar
sobre nuestra ciudad. El bravo guerrero quien desempeña el cargo de Gobernador
Militar de la Capital, parte el 8 de
febrero con un ejército integrado por jóvenes estudiantes universitarios,
seminaristas, soldados, campesinos, muchachos del pueblo y todos los que se le
iban sumando. Y aquí topamos con una de las mayores mentiras que nos han
repetido, según la cual los jóvenes, o no eran jóvenes, o eran unos imberbes
asustados, quienes venían arriados, obligados, temerosos, temblorosos,
refugiados detrás de sus sotanas –que por cierto todos debían usar aunque no estudiaran
para curas- que venían aferrados a sus crucifijos y a sus rosarios, rezando y
viendo por primera vez un fusil o una lanza. No es verdad; desde el 19 de abril
de 1811, en el primer aniversario del golpe de estado contra las autoridades
realistas, los estudiantes marcharon por toda Caracas dando “vivas” a la
independencia y “mueras”, a Fernando VII, quemaron sus retratos, bailaron
arriba de ellos y zapatearon sobre el pálido rostro de su Real Majestad tal
como le chismosea José Domingo Díaz al monarca. Se organizaron en cuerpos y
recibieron instrucción militar especialmente en el manejo de las armas, a
diferencia de la conseja según la cual aprendieron a manejarlas por el camino.
El Cabildo de Caracas estableció que el manejo de las armas se enseñara en los
patios de sus colegios, pero tuvo que prohibir que se siguieran aceptando
menores de catorce años, hasta que Bolívar prohibió que se siguieran alistando
los estudiantes de la universidad. Los mayores en la batalla fueron: Campoelías
de 42 años, Ribas de 38, Rivas Dávila de 35, Mariano Montilla de 32, Boves de
32 y Carlos Soublette de 19. Los demás eran menores tal como se comprueba de
sus hojas militares y peticiones posteriores ante el Congreso.
Después de
avanzar por las encrespadas montañas que separan El Valle de los Caracas del
Valle de Aragua, descienden por Las Cocuizas, Buen Paso, El Conde, Quebrada
Seca, Urbina, El Mamón, El Consejo y solía contar don Gustavo Richard Flores,
que al llegar a la Quebrada de Macuaya, una comunidad indígena residente en la
zona lo espera y el jefe le ofrece: “General, a los que huyan por aquí no los
persiga que de aquí no pasan; Usted no se enterará porque las armas de nosotros
no hacen tanto ruido como las de ustedes” y todos le enseñan las puntas de sus
lanzas.
Ese mismo 10 de
febrero, según una encopetada dama realista llamada Doña María López de
Villavicencio, nativa de las Islas Canarias y avecindada en La Victoria,
denunció (el 01 de septiembre de 1814 ante el Juez de Secuestros y Teniente
Justicia Mayor), que cuando hacía su entrada a La Victoria para esperar a
Boves, José Félix Ribas y su sobrino Francisco Celestino Sosa “le robaron 800
pesos en fuertes sencillos y dobles; un doblón de a 4, varias onzas de oro, un
cofre con 9 cubiertos de plata, sortijas de plata, argollas, sortijas de perla,
varios dijes de oro, ocho hierros de planchar, dos pailas de cobre, cinco
cuchillos y cinco tenedores, una fanega de arroz, media de caraotas, media de
frijoles, varios pollos un gallo y cuarenta gallinas”. Presenta como testigos
al “indio” José Julián Patiño y a la “morena” Josefa Antonia Ladera de la
servidumbre de su casa. El tribunal embargó la “Hacienda Sabaneta” al norte de
La Victoria, propiedad de la familia Sosa y decretó devolver el valor de “lo
robado”, calculado en unos mil pesos. Nada pudieron embargarle “al otro”
acusado de “robar gallinas” porque a estas alturas se encontraba en Oriente
defendiendo a la Patria.
Sobre el número
de soldados
que llega con Ribas solo hay dos datos: uno es una carta que le manda el cura
Peraza al obispo, diciéndole que cuando el general llegó el 10, lo regaño por
haber se quedado en el pueblo arriesgando su vida y que inmediatamente lo mandó
a preparar 1500 raciones de comidas para la tropa. No sabemos si era para que
1500 comieran una sola vez o si para que 750 comieran dos veces; el otro dato
es que en su Parte Oficial dice Ribas que ya ha perdido la mitad de su tropa y
los enumera: 100 muertos y 400 heridos. Si 500 era la mitad, su tropa no pasaba
de 1000 hombres. Todo lo demás son cálculos, aproximaciones y especulaciones.
El calumniador
de José Domingo Díaz dice que de 400 estudiantes que trajo Ribas, mataron a
300. Ambas afirmaciones son mentiras; ni eran tantos ni perecieron tantos. En
la universidad solamente había 595 inscritos pero solamente asistían 120 y no
vinieron todos. Desde diciembre de 1813 hasta noviembre de 1814, permaneció
cerrada, pero los estudiantes estaban ahí. Muchos universitarios murieron en la
guerra. Sanz, Roscio, Tamariz, Zuloaga, Espejo.
Hubo universitarios que eran realistas de buena fe porque adoraban a su
rey y querían seguir siendo sus súbditos, como José Domingo Díaz y Andrés
Level, pero hubo otros que fueron
oportunistas como Rojas Queipo y Delgado Correa.
El pueblo al que
llegan
es joven y pequeño pero pujante. Apenas tiene dos siglos, está rodeado de
abundantes “pastos y potreros” donde se criaba ganado de todas clases, copiosas
cosechas de todos los frutos, “más de cuarenta trapiches e ingenios”, producía
añiles, cacao y algodón. Estaba regada por los ríos Calanche y Aragua, era sede
de las Milicias de Aragua, contaba con más de trescientas casas de españoles
fabricadas con “rajas de cal y canto cubiertas de texa”, además de muchas otras
construidas de “bajareque cubiertas de paxa”; calles bien alineadas de diez
varas de ancho. Tenía escuela de “latinidad y elocuencia,” y era de “aires muy
benignos por lo que lograban ambos sexos una dilatada vida.” Era la más
industrial de la provincia y en ese tiempo experimenta la primera transformación
urbana importante desde su fundación. Un grupo de vecinos notables entre
quienes se destacaron Joseph Ygnacio de Ustáriz, dueño de las Haciendas “La
Concepción” y “La Guadalupe” (Padre del Prócer Francisco Javier Ustáriz), El
Capitán Gabriel Montero y Don Ramón García de Sena y Rodríguez (Padre del
Prócer Ramón García de Sena), propone y obtiene una serie de progresos: la
Fundación del nuevo Pueblo de “Nuestra Señora del Buen Consejo del Mamón” (El
Consejo), desmembrado de La Victoria, en 1777; la construcción en 1796 de una
Capilla al norte del poblado, en el sitio llamado “El Calvario”, ubicado en el
Barrio Arriba; la construcción de una nueva Iglesia dedicada a “Nuestra Señora
de Candelaria” en el sitio denominado “La Otra Banda” en 1791; la construcción
de un nuevo edificio para la casi bicentenaria Iglesia Parroquial al frente de
la Plaza Mayor y la mudanza del Cementerio, del centro a las afueras del
pueblo, en el sitio llamado “La Hoyada”. Pero la acción más relevante que
emprenden es la de solicitar del Rey de España la elevación a la categoría de
Villa. Luego de un largo proceso, el que fuera simple pueblo de indios, es
objeto del pronunciamiento del Rey Carlos IV,
quien le aprueba el nombre de “Villa de Nuestra Señora de Guadalupe de
La Victoria”, con el derecho de usar “Escudo de Armas”, “Divisa” y formar su propio Ayuntamiento.
Por esos tiempos
el Obispo Mariano Martí le ha censado 5.310 almas y al comenzar 1800 el Barón
de Humboldt le calcula 7.000. Después de la batalla le quedan 4.482 almas. Más
de 3.000 habitantes habíamos perdido. 22 días antes de la batalla, El
Libertador le había concedido el título Ciudad con lo cual pasa no sólo a ser
la única que ostentó las tres jerarquías del Derecho Español (Pueblo, Villa y
Ciudad) sino también la única Ciudad Republicana de Venezuela por cuanto no
recibió ese título del Rey sino del Libertador.
Llegan los
jóvenes soldados,
fortifican y “parapetean” la ciudad y
esperan al feroz enemigo que ataca al amanecer del 12 de febrero. Era día
sábado; fue un sábado de gloria. Antes
de comenzar la batalla Ribas arenga a su tropa con palabras que han pasado a la
historia como una oración de fortaleza y esperanza. Les dice: “Soldados: Lo que tanto hemos deseado va a
realizarse hoy: he ahí a Boves. Cinco veces mayor es el ejército que trae a
combatirnos; pero aún me parece escaso para disputarnos la victoria. Defendéis
del furor de los tiranos la vida de vuestros hijos, el honor de vuestras
esposas, el suelo de la patria; mostradles vuestra omnipotencia. En esta jornada
que ha de ser memorable, ni aun podemos optar entre vencer o morir: necesario
es vencer. ¡Viva la República!”.
La voz del fiero
General debió ahogarse entre el estruendo de la fusilería y los gritos, porque
ya las avanzadas anunciaban la presencia del tirano.
Dice que a las
siete de la mañana le avisaron que el enemigo se acercaba con todas su fuerzas
de infantería y caballería. A las ocho la avanzada rompió el fuego y media hora
más tarde se había empeñado la acción con todas las tropas. Calcula que vienen
3400 hombres, 2500 de caballería y 900 de infantería. Por San Matheo entran 500
jinetes y 200 fusileros mientras que el grueso del enemigo ataca por el sur de
la ciudad en el sitio llamado Pantanero; vienen por Zuata 2000 de caballería y
700 de fusil. Los que entraron por el camino de San Matheo se apoderaron de El
Calvario y del Río Aragua. Los que
entraron por el sur cerraron a los patriotas por todas partes y el general
prefirió que pereciera todo su ejército antes que abandonar la plaza (No sabemos
si se refiere al cuadrilátero de la plaza o a la “plaza militar”). El combate
fue “horroroso” con fuego sostenido hasta las cuatro y media de la tarde. Es
entonces cuando ve levantar “un humo” por el camino de San Matheo (¿era humo o
polvareda?) y creyendo que era el comandante Campo Elías que llegaba con su
fuerza, hizo salir 100 hombres de caballería y 50 cazadores para que, si
efectivamente era, rompieran la línea
enemiga y protegiesen la entrada de las
fuerzas auxiliares y en caso contrario, que volvieran a replegarse sobre su
línea. Cuando los 150 hombres llegaron encontraron que efectivamente era el
valiente español patriota, cuyos soldados ya estaban siendo atacados por el
enemigo y atacando aquellas, facilitaron su entrada. El refuerzo indudablemente
surtió un efecto moralizador en las tropas de Ribas mientras que desmoralizó a
los atacantes que en 8 horas no habían podido tomar la ciudad. Hizo recuperar posiciones que ocupaban los
realistas y a las cinco y media, huyeron precipitadamente por todas partes
quedando cortadas varias de sus divisiones por Aragua Arriba, por las montañas
que caen hacia el Pao y por La Calera. Huyeron inconcierto y sin haberse podido
reunir, una tercera parte de sus fuerzas. En ese momento ordena la persecución
por todas partes, pero como entraba la noche, fue preciso reunir las tropas
para que vinieran “a desayunarse” y dar “algún pienso a los caballos”.
Dice que el
enemigo ha dejado las calles cubiertas de cadáveres, se le han cogido muchos
caballos, municiones y fusiles, pero por ser de noche, no se ha podido hacer
aún la enumeración ni recorrer el campo de batalla. No hicieron prisioneros
porque la tropa no dio cuartel. El saldo doloroso de la batalla ha sido la
pérdida de 100 hombres y 400 heridos. Entre los muertos, el Comandante de los
Soberbios Dragones el coronel merideño Luís María Rivas Dávila; El Teniente
Ron, el Subteniente Picón; y entre los heridos, los capitanes Pierret,
Rouquets, Juan Salas, Francisco Mora, el edecán Vicente Malpica, Casimiro
Esparragosa, José Acosta “El Moreno” y José Plaza; los tenientes Pedro Correa, Basilio Alvarez y
los subtenientes José Ruiz, Ulpiano Ríos,
Manuel María España, Tomás Muñoz, José Alvarez, Ciriaco Carreño, Ribont;
y el guarda almacén Julián Rouyer. Relata que le han matado dos caballos bajo
sus piernas, sin que le hayan causado daño alguno. Honra la presencia del
pueblo anónimo, al destacar la participación de los soldados “Veneno” y
“Huesito”. Toda la tropa y oficialidad han mostrado el mayor valor, y han dado
a conocer a los enemigos de la libertad americana, que en cualquier parte donde
se tremole el estandarte de la República serán destrozadas sus fuerzas por
enormes que sean. Al final del Parte Oficial dice que “Boves en persona mandaba la acción” a quien se le han cogido todos
sus libros de órdenes. Firma en el
Cuartel General de La Victoria el 13 de febrero de 1814 hace hoy doscientos
años; no por olvido de la fecha de su batalla más importante, sino porque
terminó de redactarlo pasada la media
noche, tal vez en horas de la madrugada.
No se había producido aún la batalla del 13 o de Pantanero de la que se
cumplen hoy doscientos años, porque habría registrado con mucho dolor la muerte
del intrépido Rudecindo Canelón.
“Boves en persona mandaba la acción” De su puño y
letra, al final de la jornada, lo último que estampa el vencedor es el nombre
del tirano. Pero se refiere no solo a su nombre, sino a “su persona”. Pues
bien, esa afirmación ha sido irrespetada permanentemente, no tanto por mala fe
como por ignorancia. El primero en desmentir a Ribas fue un historiador que
había sido soldado del Rey y de él se copiaron todos los demás, sin leer el
Parte Oficial firmado por Ribas. Eso lo desmintieron o amigos de Boves para
exonerarlo de la derrota; o enemigos de Ribas, para escatimarle el triunfo.
Pretenden bajarlo de la estatua. No sabemos cuál es la real importancia que le
dan a la presencia de Boves al frente de su ejército veterano que peleaba solo;
tanto que su mayor triunfo, el definitivo, el que acabó con la república, lo
obtuvo en Urica y Ustedes bien saben que al comenzar esa batalla lo mataron. El
negar lo que Ribas escribió de su puño y letra, los cuestiona a ambos, porque Boves queda como un “reposero” que por
curarse una cortadita no asiste a su más importante batalla, y Ribas queda como
un mentiroso. Pero lo triste es que después de escribir durante años sobre ese
irrespeto, todavía en los acuerdos publicados por nuestros gobiernos
nacionales, regionales y especialmente municipales, siguen repitiendo el
embuste. No sé quien redacta esos acuerdos pero debo aclarar solemnemente ante
Ustedes, que no soy yo. Si algún día me convenzo de que Ribas mintió en el
Parte Oficial al afirmar que Boves en persona comandó la acción, propondré que
lo bajemos de ese pedestal, a cañonazos, por embustero
Hay escenas de
gran dramatismo
que han recogido los historiadores o se han trasmitido por tradición oral casi
siempre en el seno familiar, de generación en generación. Una de ellas es la
invocación que hace el General Ribas ante a La Virgen Inmaculada Concepción; la
visita que hace a la madre de los Hermanos Muguerza “Los Macabeos” y la muerte
del coronel Rivas Dávila.
La Virgen
Vencedora. El
General Ribas pertenecía a un hogar profundamente cristiano. Dos de sus
hermanos eran sacerdotes y dos de sus hermanas, monjas. Él mismo, a los diez años de edad, había solicitado ingreso a la Orden Tercera
de San Francisco. Los rigores de la guerra no habían mellado su fe. Ya en una
oportunidad durante la Campaña Admirable, luego de la batalla de “Los
Horcones”, se dirigió a Barquisimeto a colocar su espada a los pies de Nuestra
Señora de La Paz, en Acción de Gracias por el triunfo obtenido. Según la
tradición, durante la Batalla de La Victoria, a las cuatro de la tarde,
presintiendo la derrota, entró en la Iglesia, se postró frente a la imagen de
la Virgen Inmaculada Concepción y le rogó que salvara la tropa. La oración del valiente
guerrero fue interrumpida por el grito de un soldado quien desde el techo del
templo (no estaba construido aún el campanario)
le anunciaba que por el camino de San Matheo venia una polvareda. Era el
refuerzo que llegaba al mando de Vicente Campoelías, español patriota cuya sola
presencia es demostrativa de que nuestra guerra magna no fue entre venezolanos
y españoles sino entre patriotas y realistas.
Eran dos escuadrones de caballería a las órdenes de Manuel Cedeño y los
hermanos Juan y Francisco Padrón y 220 infantes comandados por el Teniente
Coronel José María Ortega y por el Capitán Antonio Ricaurte, quien el mes
siguiente entraría en la inmortalidad precedido por el estruendo de mil
cañones.
Cuando el
Cabildo de Caracas acuerde rendirle honores,
Ribas dirá:
“La sangre de los ilustres caraqueños derramada en
La Victoria y la protección visible de María Santísima de la Concepción fueron
los que salvaron la Patria en aquel memorable día; (...) espero de la
Municipalidad marque este día para bendecir a la madre de Dios con el título de
la Concepción, jurándole una fiesta solemne anual en la Santa Iglesia
Metropolitana, a que deben asistir todas las corporaciones y exhortando a las
demás ciudades y Villas para que en gratitud ejecuten lo mismo”.
La voluntad del
héroe ha sido respetada desde entonces. Apenas a 18 días de la batalla se
celebra el primer Te Deum en la Catedral de Caracas. Asisten todos los miembros
del gobierno presentes en la capital. En
un Cabildo extraordinario, en premio por los triunfos obtenidos por Ribas decidieron ceñirle “Un Sable y una Banda
Tricolor” a semejanza del Pabellón Nacional,
con un Escudo de la Inmaculada Concepción, para que bajo su protección
sostuviese la Religión Católica y La República.
La Virgen
Inmaculada Concepción fue traída a la ciudad en el Siglo XVIII por una Cofradía
que el 8 de diciembre de 1736 fundaron Don Francisco José Rodríguez de Freitas,
Don Basilio de Thovar y Don Gonzalo Quintana, en cumplimiento de una dotación
que para ello mandó a erigir Doña Paula Loreto de Silva, la hija de Francisco
de Loreto.
A finales del
siglo pasado fue prestada a la Parroquia de La Candelaria, erigida por los
canarios en la Otra Banda del río Calanche a finales del siglo XVIII y desde
entonces es venerada en esa iglesia.
Muchos intentos
se hicieron para regresar la sagrada imagen a su parroquia original pero todos
resultaron inútiles; desde entonces recibe la veneración del pueblo de La Otra
Banda y es “prestada” a la Iglesia Matriz para las solemnidades del
12 de febrero. Esto ha hecho creer a
muchos que fuera la Iglesia de La
Candelaria el escenario del ruego de Ribas, lo cual es inexacto.
En 1954 con
motivo del centenario del dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen, el
Arzobispo Coadjutor de Caracas, Monseñor Rafael Arias Blanco dicta a su
Secretario Feliciano González Ascanio (Segundo Obispo de Maracay) una Carta
Pastoral en cuyo texto anota: “Tráigase
de La Victoria, a LA VIRGEN
VENCEDORA...” Es este recordado pastor quien le da su nombre guerrero. En 1984
el Director de la Academia Militar de Venezuela, General Carlos Julio Peñaloza
Zambrano solicita permiso a Su Eminencia el Cardenal José Alí Lebrún Moratinos
Arzobispo de Caracas, para designar a nuestra virgen “Patrona de la Academia
Militar de Venezuela”. El 14 de febrero de 1986 en solemne ceremonia celebrada
en el Patio de Honor de nuestra Alma Mater Militar La Virgen Vencedora fue
entronizada como madre de los futuros oficiales, quienes pusieron vidas y espadas bajo su
protección como lo estuvieron ayer las de quienes defendieron La Victoria.
Los Macabeos.Dice La Biblia
en el Libro Segundo de “Macabeos” versículo 7: “No temas a este verdugo, antes
bien, mostrándote digno de tus hermanos, acepta la muerte para que vuelva yo a
encontrarte con tus hermanos en el tiempo de la misericordia.”
Cuenta una vieja
historia trasmitida de generación en generación, que en medio de la batalla,
muertos ya heroicamente los hermanos Muguerza, el general Ribas se acercó hasta la casa de la familia y
comunicó la noticia a la madre en los términos siguientes: “Comadre: mala
noticia para usted y para la Patria, mataron a los muchachos”. Con estoicismo
espartano respondió la madre victoriana: “General: la mala noticia es para mí;
para la Patria no, porque ahí está el otro”; y dirigiéndose al hijo menor de
apenas diez años le dijo: “Váyase con su padrino y defienda el puesto de sus
cuatro hermanos”.
Los Muguerza
eran cinco; hijos de padre español y madre victoriana. Cuando en plena guerra a
muerte le recomendaban al “viejo Muguerza” que huyera, respondía: “Soy Patriota
y tengo dos brazos y cinco hijos para defender a la Patria”. Murieron durante
la batalla JOSÉ DE JESUS, herido mortalmente cuando subía las escaleras de la
Iglesia Matriz y LÁZARO quien penetró
las filas enemigas hasta “La Otra Banda”. Ya JUAN MANUEL había entregado su
vida nueve días antes, cuando a las órdenes de Campoelías combatía en la
Primera Batalla de La Puerta.
PEDRO JOSE
quien, ostentaba el grado de Teniente fue herido y JOSE MARIA supo cumplir el mandato
de la madre. Se destacó por su temeridad y por su arrojo. La distinguida
familia Muguerza descendiente de los próceres, honra el gentilicio victoriano.
Nuestro primer cronista, el poeta Miguel Ángel Álvarez Mudarra-Muguerza era
tataranieto de PEDRO JOSÉ y bisnieto de JOSÉ MARÍA, porque el menor, se casó
con la hija de su hermano mayor y sus hijos fueron sobrinos de su tío el
general Pedro José y al mismo tiempo eran sus nietos. Son recordados por
siempre como “Los Macabeos”. Contaba Miguel Ángel que el día que se inauguró
esta bellísima estatua, el Presidente tomó del brazo a don Alejandro Muguerza y
lo invitó a decir unas palabras porque el soldado esculpido junto a Ribas, era
uno de los Macabeos y así nos lo confirmó doña Guiomar del Carmen Briceño de
Carabaño hija del poeta Rafael Briceño Ortega y chorna nieta de Pedro José
Muguerza.
Los Muguerza
simbolizan el heroísmo de los hijos y de las madres de esta tierra. Serán
recordados por siempre como LOS MACABEOS.
Esta historia
nos fue narrada muchas veces por el ilustre poeta Miguel Ángel Álvarez
Mudarra-Muguerza (La Victoria 29/9/1904 - Maracay 24/9/1975) quien siempre la
escuchó de sus mayores. Frente a la versión de que “el viejo” Muguerza era
patriota (sostenida por él), hemos oído
otra según la cual, fue fusilado en 1813 por el Libertador, al finalizar la Campaña Admirable
precisamente aquí en La Victoria. Por no haber en nuestro Archivo Parroquial
libros de enterramientos anteriores a 1821, no hemos podido comprobar esta
última versión. No la creemos porque si los hermanos Muguerza fueron buenos
patriotas, deben haber sido tambien, buenos hijos.
La muerte de
Rivas Dávila.
Durante la
batalla murió de un balazo en el pecho el valiente coronel merideño Luís María
Rivas Dávila, comandante del escuadrón de Soberbios Dragones de Caracas, bajo
cuyo mando aprendieron a vencer: Francisco de Paula Alcántara, Rudecindo
Canelón, Mateo Salcedo, Nicolás Briceño, Francisco Picón, Manuel Cedeño y Ambrosio Plaza. Herido de
muerte, sus últimos pensamientos son para sus dos grandes amores: La Patria y
la guaireña María de Jesús Rivero, su esposa desde el 3 de marzo de 1812, quien
en sus menos de dos años de matrimonio le había dado dos hijos. En el momento de expirar, cuando el doctor Carlos Arvelo médico de la batalla,
le muestra la bala que le acaba de extraer, le dice: “Llevadla a mi esposa, y
decidle que la conserve, y se acuerde de que a ella debo el momento más
glorioso de mi vida, aquel en que he perecido, defendiendo la causa de mi
suelo. Muero contento: Viva la República”.
Libertad sí, pero no tanta.
Una
de las características del general Ribas es la de incorporador de los
desincorporados o si prefieren, incluidor de los excluidos. Y en esto choca con
casi todo el mundo y hasta con el mismo Libertador que era su sobrino. El 19 de abril se incorpora al cabildo en
representación de los pardos y él no lo era; pero sabía que los pardos, que
eran el 80 por ciento del pueblo venezolano, no podían estar presentes en esa
reunión que era de amos, de aristócratas, de “gente decente”; quienes no eran
nobles, al menos eran ricos y dueños de esclavos; luego entrena un batallón de
esclavos para incorporarlos a la defensa de la independencia; lidera las primeras manifestaciones populares,
lo expulsan del país siendo el primer exiliado de Venezuela, después incorpora
a los estudiantes y hoy bajo su sagrado
nombre, se acercan al conocimiento, las grandes masas que por alguna razón
dejaron de estudiar y hoy se incorporan a la Misión Ribas. Y todo ello, porque
era un revolucionario.
Ribas era un
revolucionario. Comprendió desde un principio que no bastaba con la
independencia sino que hacía falta además una revolución. Pertenecía a la alta
aristocracia terrateniente pero eso no le impidió presentarse al cabildo el 19
de abril como representante...de los pardos. Y él no era pardo; era blanco,
ojos azules, pelo castaño, culto y riquísimo. Pardos somos nosotros, el pueblo
venezolano, todos café con leche, unos más leche y otros más café. Usaba un gorro frigio, un gorro colorado símbolo
de los revolucionarios más radicales. Lucha desde un comienzo por la abolición
de la esclavitud y en esto se adelanta al propio Libertador. Su actitud
antiesclavista fue rechazada por muchos “revolucionarios” de su época. No hay
que olvidar que algunos de los libertadores seguían teniendo esclavos hasta 33
años después de la Batalla de Carabobo y 44 años después del 19 de abril.
Consciente de
que había que incorporar a las grandes masas populares a la lucha, Ribas
solicita que el ejército de estudiantes, seminaristas y soldados que lleva a La
Victoria, sea reforzado con trescientos esclavos de los que se encuentran en
Caracas. Así lo solicita al Cabildo. El catorce de febrero, cuando todavía no
se han apagado los fuegos en nuestra ciudad ni se ha terminado de enterrar a
los muertos, el ayuntamiento resuelve
negar la solicitud en los siguientes términos: “La municipalidad ha meditado
sobre el proyecto que propuso el señor gobernador militar (Ribas) de remitir a reforzar
nuestro exército de La Victoria el número de trescientos esclavos de los que se
hallan en esta capital, y ha recordado dos razones poderosas que impiden se
llebe al cabo esta medida. Uno de nuestros comandantes del llano para
contrarrestar al mismo vandolero Bobes, que con esclavos alhagados con el cebo
de la libertad había aumentado su pandilla, se resolvió a usar de algunos
esclavos convidándolos a que se incorporaran en nuestro exército baxo la
promesa de la libertad. Esta determinación, de que posteriormente dio parte el
comandante a su excelencia el Libertador, fue absolutamente desaprobada por
éste supremo gefe. Creemos, pues, que aún no haya variado de este modo de
penzar y que del mismo esté el señor comandante general que manda el exército
de La Victoria, pues si no fuese así habrían ya aquellos gefes usado de los
esclavos que hay en el partido de Valencia y de los que hubiesen podido de los
valles de Aragua. No sabemos que hasta ahora se haya tocado esta medida, la
qual tiene también otros varios inconvenientes como es el de que los demás
esclavos, acaso creyendo que sus compañeros que marchen al exército van a
obtener su libertad, aspiren a esto mismo y de aquí resulte se disgusten y
piensen en ir a buscar el ofrecimiento casa del enemigo. Estos fundamentos nos
obligan a decir a vuestra señoría que conviene más echar mano de todos los
hombres libres que todavía no faltan en esta capital y sus pueblos inmediatos,
absteniéndonos por ahora de adoptar la medida expresada, en el concepto de que este cuerpo, es decir todos sus individuos
se ofrecen al gobierno para salir al exército siempre que se estime necesario.
Vuestra señoría hará de estas observaciones el uso que crea conveniente a la
salvación de la patria, que es el principal y único interéz de esta
corporación. Dios, etcétera. Caracas, catorce de febrero de mil ochocientos
catorse”. Prefirieron los ilustres
cabildantes ofrecerse como soldados antes que correr el riesgo de enviar a los
esclavos; mejor perder la vida que perder sus propiedades. No quisieron mandar
ni sus caballos ni sus esclavos.
Pensarían que buena es la
libertad..., pero no tanta.
La Batalla de
“Pantanero”.En
La Victoria siempre se pelea dos veces y hasta más. Nuestras batallas comienzan
los sábados y se repiten el domingo y hasta por 22 días. En 1812, después de su
derrota, Monteverde reataca para ser derrotado nuevamente. Igual pasa en 1814.
El 13 de febrero Boves reataca por Pantanero, la entrada sur del pueblo, en
busca de una nueva derrota. Vicente Campoelías y José Jugo comandan cuerpos de
infantería y caballería respectivamente. El contacto se produce al amanecer del
domingo en el cerro y en el camino que conduce a Zuata. Esta vez la derrota es
más rápida y en su huida, los enemigos dejan armamento, artillería, municiones,
equipaje, madrinas de caballos y ganado
en pie. Las fuerzas patriotas pierden a
un Capitán del Batallón de Valerosos Cazadores; a quien la muerte había
respetado por mucho tiempo. Al de cien batallas que en Araure con ochenta
soldados tiene la osadía de atacar al ejército combinado de Yáñez y Ceballos,
compuesto de tres mil hombres. Era tocuyano y se llamaba RUDESINDO CANELON.
Durante la primera mitad del siglo XX se erigió un Monolito recordatorio de la
acción del 13. Desde 1984 la “Junta 12 de Febrero” decidió celebrar (y
conmemorar) por separado, esta fecha y bautizarla oficialmente como “Batalla de
Pantanero”. Hoy quiero ratificar ante Ustedes mi proposición de que previa
consulta y aprobación de la comunidad, se le cambie el nombre de “El
Cementerio” por el de “Urbanización Rudecindo Canelón”.
La Proclama de
Bolvar.Al
día siguiente, Bolívar dicta una Proclama dirigida a los soldados del ejército
vencedor en La Victoria en la cual bautiza al triunfador con el nombre por el
cual lo conoce la posteridad; dice: “El General Ribas, sobre quien la
adversidad no puede nada, el héroe de Niquitao y Los Horcones, será desde hoy
titulado EL VENCEDOR DE LOS TIRANOS EN
LA VICTORIA”; al mes siguiente, desde su Cuartel General de San Mateo lo
asciende al grado máximo de General en Jefe. Mientras en Valencia se redacta La
Proclama, en La Victoria continúa la lucha. Es probable que El Libertador no lo
supiera; tal se desprende del hecho siguiente: menciona a tres héroes que
entregaron sus vidas por la Patria: Rivas Dávila, Ron y Picón, pero no menciona
a Rudecindo Canelón. En el mismo documento está contenida una orden que los
soldados cumplen al pie de la letra antes de haberla recibido y que revela una
de las características más notables del Libertador como guerrero cual es su
tenacidad en la persecución, rasgo que lo diferencia radicalmente del Miranda
del año 1812. Dice: “Volad, Vencedores,
sobre las huellas de los fugitivos...” Ha sido tal la ferocidad durante la
lucha y en la persecución que Ribas en el Parte asienta: “No hemos hecho prisioneros porque nuestra tropa no ha dado cuartel”.
Contiene además la proclama, una profecía que compromete a las actuales y
futuras generaciones victorianas; manifiesta a los vencedores: “Vuestros nombres no irán nunca a perderse
en el olvido”.
La profecía del
Padre de la Patria se ha cumplido. Todo en La Victoria recuerda a los héroes de
la batalla. La geografía parroquial y pueblerina es todo un monumento
consagrado a recordar el 12 de febrero. Caminar por la ciudad es como meterse
por entre las páginas de un libro de historia. Nuestra Plaza Mayor se llama
JOSE FELIX RIBAS; las demás CAMPOELIAS, RICAURTE y MARIANO MONTILLA. Nuestros
Liceos y Escuelas: JOSE FELIX RIBAS, GARCIA DE SENA, RUDECINDO CANELON, 12 DE
FEBRERO, los bulevares: ALDAO, MUGUERZA, VILLAPOL y CANELON; las calles: RIVAS
DAVILA, MONTILLA, SOUBLETFE, RIBAS; nuestro Cuartel: MARIANO MONTILLA y nuestro
Palacio: CAMPOELIAS.
Sesión del 17 de
febrero.El
Cabildo de Caracas celebró una Sesión Especial el 17 de febrero (5 días después
de la batalla) con el objeto de “marcar con demostraciones sensibles para la
presente y futuras generaciones la gratitud a que se había hecho acreedor aquel
valiente guerrero y del lugar del triunfo, “destinado
al parecer por la providencia para sepulcro de la tiranía”. Se aclamó
unánimemente recomendar “todas las viudas que han resultado de esta campaña y
con especialidad la del esforzado Coronel ciudadano Luis María Ribas Dávila, erigir una estatua en memoria del General
Ribas en la plaza de la Villa de La Victoria y que se le pida al mismo una lista circunstanciada de los
oficiales y soldados que tan digna y gloriosamente le acompañaron y auxiliaron
en aquella jornada para que, inscribiéndose sus nombres en los libros de esta
municipalidad, les sirva de perpetuo documento a todos estos defensores de la
libertad”. Esa lista nunca se hizo pero hay que hacerla. Se aclamó unánimemente
erigirle una estatua al Libertador en la plaza de Caracas y otra a Ribas en la
de La Victoria.
Carta del
General Ribas.En
fecha 18 de febrero el general Ribas se dirige al Cabildo en célebre carta,
manifiesta su inmensa gratitud; dice que
la elevación de una estatua en La Victoria “es sin duda el más alto de los honores que
llega á conseguir un mortal” pero aclara que “mis servicios no han pasado aun
la raya de los deberes que me imponen la naturaleza y mi Patria”. Acuña aquí su frase más sublime y que ha dado
origen a la celebración del 12 de febrero: “La
sangre de los ilustres caraqueños derramada en la Victoria, y la protección
visible de María Santísima de la Concepción fueron los que salvaron la Patria
en aquel memorable dia…” Añade: “Los mármoles y bronces, no pueden jamás
satisfacer el alma de un republicano y sí, la gratitud y recuerdo con que hoy
me veo distinguido (…) La Patria exige de mí aun mayores servicios y
sacrificios, ella se ve atacada de sus enemigos, y yo añadiendo á mi deber la gratitud
para con este Pueblo, ofrezco á ese Ilustre Cuerpo no envainar la espada hasta
que no vea cerrado el Templo de Jano”.
La Estatua.La estatua tardó
81 años. En 1890 gobernaba a Venezuela el Dr. Juan Pablo Rojas Paul, fundador
de la Academia Nacional de la Historia y del Hospital Vargas, el primero de los
cinco presidentes casado con una dama victoriana. El día primero de enero de
ese año firmó un Decreto ordenando la erección de la estatua en bronce de
Ribas. La estatua fue encomendada a un notable escultor maturinés de 42 años,
llamado Eloy Palacios Cabello, autor entre otras conocidas obras, de la estatua
del Dr. Vargas que está en el Hospital Vargas, la Ecuestre del General Páez que
está en El Paraíso, la estatua Ecuestre de Bolívar en Maracaibo y el Monumento
de Carabobo, mejor conocido como “La India del Paraíso”.
Palacios realizó
su trabajo en Caracas y lo fundió en Europa. El barco que la traía sufrió un
accidente en el cual se perdieron algunas de las alegorías que formaban parte
de la obra.
Esta fue
trasladada desde La Guaira a Caracas y luego a La Victoria por el Gran
Ferrocarril de Venezuela.
Instalada en la Plaza Mayor, tal como lo
había acordado el decreto de 1814, fue solemnemente inaugurada el día 3 de
febrero de 1895 con la asistencia de las autoridades nacionales. Desde entonces
la Plaza Mayor pasó a llamarse “Plaza José Félix Ribas”. La inauguración de la
estatua fue uno de los números consagrados a la celebración del centenario del
nacimiento del Mariscal Sucre quien había conocido al Libertador en La Victoria
el 5 de abril de 1814. La Plaza y la Estatua fueron declaradas Monumentos
Históricos Nacionales el 30 de mayo de 1965.
Defensores de La Victoria. “Vuestros
nombres no irán nunca a perderse en el olvido” profetizo el Libertador. La ciudad
no ha permitido que se pierdan en el olvido; sin embargo, no creemos que la
lista solicitada por el Cabildo de Caracas se hiciera y menos aún por el
General Ribas quien inmediatamente tuvo que salir a derrotar al cruel Rosete en
Charallave. Hemos revisado minuciosamente los archivos del Cabildo de Caracas y
podemos afirmar que la lista no ha sido inscrita. Nos proponemos solicitar el
cumplimiento de esta decisión. Es difícil determinar los nombres de quienes
acompañaban al héroe durante la batalla, tanto por lo heterogéneo de la
soldadesca como por el hecho de que la acción estuvo enmarcada dentro de un
proceso bélico escenificado en toda la región del Valle de Aragua durante casi
dos meses y la oficialidad “corría” de un lado a otro, donde se requiriera de
su auxilio. Sin embargo de los Partes Oficiales y otros documentos sabemos que
lo acompañaban entre muchos otros, los Coroneles Vicente Campoelías y a partir
de las cinco de la tarde, Luis María Ribas Dávila Comandante del Escuadrón
“Soberbios Dragones de Caracas”, los Tenientes Coroneles Mariano Montilla, de
familia victoriana quien asumiría el mando de Los Dragones a la muerte de Ribas
Dávila; Carlos Soublette de 19 años a quien correspondería años más tarde el
alto honor de ser Presidente de la República; Carlos Padrón (victoriano), José
de Jesús Jugo, Manuel Cedeño, Adrián Blanco, Manuel Antero Rachadel, Ramón
Ayala; los Capitanes Rudecindo Canelón, Vicente Malpica, N. Pierret, N.
Rouques, Casimiro Esparragosa, Francisco Mora, José Acosta, José Plaza,
Hermógenes Maza, Juan Francisco del Castillo, Rafael Jugo, José Laurencio
Silva, Juan Salias, el victoriano Juan Padrón y José Trinidad Morán. Los
Tenientes Ron, Pedro Navarrete de 15 años, Pedro Correa, Basilio Alvarez y el
victoriano Pedro José Muguerza y sus hermanos Lázaro y José de Jesús; los
Subtenientes Gabriel Picón, José Ruiz, Ulpiano Díaz, Pedro Buroz de 14 años,
Carlos Salas, Lázaro Olivo, Siriaco Carreño, Julián Rouger, Manuel María
España, Vicente Michelena y su hermano Santos Michelena de 16 años, quien luego
sería encargado de la Presidencia de la República, Martín Soublette y Tomás
Muñoz. Conocemos el nombre de un seminarista llamado Dionisio Centeno Mejía y
de dos soldados que fueron distinguidos en el Parte Oficial con los apodos de “Veneno”
y “Huesito”. Murieron en la batalla Ron,
Picón de 16 años, dos de los Muguerza y al día siguiente, defendiendo
“Pantanero” al sur de La Victoria, Rudecindo Canelón. El Libertador asciende a
Hermógenes Maza al grado de Teniente Coronel, a Martín Soublette al de
Subteniente y al soldado “Huesito’’ al de Sargento Primero. “Toda la división
que entró en acción el 12 en La Victoria tendrá el privilegio de llevar en la
manga izquierda de la casaca un escudo con el motete “Defensores de La
Victoria”.
Antemural y
Ciudad.
Dos siglos antes de la batalla, ya La Victoria se llamaba así. No se conoce su
“Partida de Nacimiento” ni el nombre de
su fundador. No existe Acta de Fundación del pueblo, pero sabemos que la
Iglesia fue erigida el 18 de noviembre de 1620 en un pueblo “ya fundado” con
anterioridad, sin explicar si lo fue el mismo día o días antes, o meses o años antes. La más antigua
tradición dice que en 1593 y diversos autores señalan que a comienzos del siglo
XVII pero ninguna de las versiones ha sido comprobada documentalmente.
En un principio
fue pueblo de indios y a finales del siglo XVIII sus vecinos españoles
solicitaron y obtuvieron que S.M. El Rey Carlos IV de España se pronunciara
sobre su elevación a la categoría de
Villa con el nombre de Villa de Nuestra Señora de Guadalupe de La Victoria.
Al comenzar el
año de 1814, El Libertador “...tiene a bien declarar como declara por ciudades
cabezas de partido de los Estados de Venezuela, a La Victoria, Turmero y
Maracay...”
No se conoce la
fecha exacta de la decisión pero está contenida en un Oficio que envía al
Arzobispo de Venezuela el 22 de enero de 1814,
el Dr. Rafael Diego Mérida, “El Tuerto Mérida”, personaje célebre por su
casaleonismo.
Quedaba así
elevad0a a la condición de ciudad la que fuera aldea indígena y Villa por el
mérito de sus hijos. Sin embargo, esta voluntad del Libertador debía ser
ratificada por el Cabildo de Caracas como en efecto sucede en el mes de mayo
del mismo año.
En fecha 9 de
mayo “El Tuerto” Mérida oficia al Presidente de la Municipalidad de Caracas
manifestándole que: “El Libertador ha tenido a bien declarar por ciudad
(...) a la Villa de La Victoria...” (nos
extraña que no se haga mención de Turmero ni de Maracay) y envía toda la documentación
requerida por el Cabildo para pronunciarse. A los tres días los cabildantes lo
pasan a la vista del Síndico con el encargo de que lo evacue a la mayor
brevedad y el 20 de mayo Don Domingo de Alzurú, Síndico Municipal, presenta un informe positivo y
propone el sobrenombre de Ciudad Victoriosa
de Ribas y “que se recomiende a su “naciente municipalidad” tome por
protectora a la Pureza de María en su Concepción bajo cuyos auspicios el mismo
General Ribas y las tropas republicanas triunfaron en aquella ocasión”.
Por fin, el 3 de
junio de 1814, reunidos los integrantes del Cabildo de Caracas, se acordó
erigir en ciudad a La Victoria, “... pueblo tan achreedor a tan semejantes
distinciones así por su populación, haberes, estructura de edificios, como
principalmente por los sacrificios que ha hecho por el gobierno rrepublicano y
(...) que ha sido este lugar de La Victoria el dique que ha contenido la inundación de vandidos y el verdadero
ANTEMURAL DE CARACAS; por todo lo que los individuos de esta municipalidad
han resuelto poner acuerdo formal (como en la presente lo hacen) solicitando de
su excelencia que si es de su agrado se premie y remarque el lugar de la
victoria con el sobrenombre de CIUDAD
VICTORIOSA”. A sangre y fuego conquistó La Victoria en honor de haber sido
la primera (y tal vez la única) ciudad republicana de Venezuela. A los 16 días
de la batalla, el lunes 28 de febrero, se estampa una acta en la cual certifica
que “los ciudadanos municipales reunidos en la sala capitular a cabildo
ordinario, asistieron en compaña del
ciudadano gobernador político del estado (Cristóbal Mendoza), presidente nato
de este cuerpo, a la fiesta votiva y Solemne Función de Te Deum que se celebró
este día en la santa yglesia Catedral en acción de gracias por el triunfo de
las armas de la rrepública en el pueblo de La Victoria el doce del corriente
contra nuestros enemigos…”
Un Capitán de
dos años.Pero el más extraño de todos los honores, el más insólito, surge
de la propia mano de Bolívar en el momento de conocer la victoria de la
libertad sobre la tiranía. El trece de
febrero, al recibir las primeras noticias del triunfo, dicta un
nombramiento mediante el cual confiere el grado militar de Capitán
Vivo y Efectivo de Infantería de Línea, a su primo hermano José Félix Ribas
Palacios, hijo único de su tía Josefa
Palacios Blanco y del Vencedor de La Victoria. Lo insólito está en que
al día siguiente, el 14 de Febrero, el nuevo Capitán cumple tres años de edad.
El encargado de comunicarle la decisión
al General Ribas es el Secretario de Guerra, Coronel Tomás Montilla (hermano de
Mariano), quien lo hace en estos términos: “Benemérito Ciudadano Comandante
General de la Provincia: Por cuanto U.S. ha salvado la patria el día de ayer,
derrotando completamente al enemigo en la ciudad de La Victoria, ha tenido a bien el Libertador nombrar al
hijo de U.S. ciudadano José Félix Ribas
y Palacios, Capitán vivo y efectivo de infantería de línea, con goce de
sueldo de tal desde hoy y con la antigüedad del día en que empezare a hacer el
servicio. Con esta fecha se comunica al Inspector y al Señor Secretario de
Hacienda; y yo tengo el honor de participarlo a U.S. para su satisfacción. Dios
guarde a V.S. muchos años. Cuartel General de Valencia, 13 de febrero de 1814.
4° y 2°. TOMAS MONTILLA.
El Capitán Ribas Palacios no fue un hombre importante
si lo medimos con los parámetros que le conferían importancia a los hombres de
su época; podemos decir que fue un hombre común y corriente. No fue general ni doctor, no ganó batallas,
no fue político ni ocupó altos cargos públicos, no fue intelectual ni
comerciante, no escribió libros ni acumuló
cuantiosas fortunas, no fue masón
ni miembro de clubes; dedicó su vida a
lo que la dedicaban los hacendados de su tiempo (que vivían en sus haciendas);
a sembrar caña y vender papelón, azúcar y aguardiente en su finca de Guarenas.
Fue un agricultor que supo llevar con
orgullo pero con humildad la
inmensa gloria de ser el hijo único del más heroico general de nuestra guerra
de independencia. La aristocracia de sus cuatro apellidos (Ribas, Herrera,
Palacios, Blanco) no pesó sobre la
nobleza de espíritu que le reconocieron todos sus contemporáneos.
Nació el 11 de febrero de 1811, recibió el grado de
Capitán del Ejército el 13 de febrero de 1814, a los dos años de edad (el día
antes de cumplir los tres años), y once días antes de cumplir los cuatro años,
quedó huérfano de padre. Para el momento del asesinato del General, la familia
se encontraba participando de la huida a oriente, el más dramático vía crucis
de nuestros anales. Creció en Caracas al lado de su madre y en 1822, cuando
tenía once años, su madre lo hizo trasladar a los Reynos de Francia, “para su
mejor educación e ilustración”, al cuidado de una familia victoriana, las
señoras Montilla, dueñas de haciendas en el Pao de Zárate y hermanas de los
generales Mariano y Tomás Montilla.
Durante su permanencia de siete años en Francia, se
enteró de la muerte de su madre, ocurrida en 1824. Regresó a Venezuela en 1829,
y al año siguiente, el 1 de septiembre de 1830, contrajo matrimonio con Amalia
Anzola Tovar, su parienta, con quien tuvo tres hijos llamados José Félix, José
Ignacio y Trina Ribas Anzola. En diciembre de ese año murió el Sol de Colombia,
su primo hermano Simón Bolívar Palacios. Quedó huérfano de padre, de madre y de
protector; conoció la verdadera orfandad.
De su madre heredó varias fincas de caña a cuyo
cultivo se dedicó. La hacienda “La Concepción” en Chacao, otra del mismo nombre
en Guarenas, otra en Mariches, otra en Macaira,
otra a medias en Capaya y la casa solariega de los Palacios ubicada
entre las esquinas de la Sociedad a los Traposos. Se estableció en su hacienda “La Concepción
de Maturín”, ubicada en el Pueblo de Guarenas y allí pasó el resto de su vida.
El único acto público en el que participó tuvo lugar en 1842, cuando forma parte del cortejo de
familiares que marcha detrás del féretro que traslada los restos del Libertador
a su antepenúltima morada en la Catedral de Caracas.
De sus tres hijos, José Félix Ribas Anzola el
primogénito, no casó; José Ignacio Ribas
Anzola casó en Valencia con Luisa Paz y
tuvieron dos hijos llamados José Ignacio y Luisa Amelia, ambos sin descendientes;
por su parte la única hembra, Trina Ribas Anzola, casó con el Dr. Martín
Aguinagalde, larense y tuvo numerosa
descendencia hasta nuestros días.
Desde su infancia se empeño en hacer valer su grado de
Capitán e incorporarse al ejército, pero le fue imposible a pesar de haber
crecido en un mundo de primos. Los Ribas eran muchos, los Palacios también y todos prolíficos; José Félix tenía más de doscientos entre
primos hermanos, primos segundos, primos terceros y primos de primos. Algunos
miembros de su parentela llegaron a ser
Presidentes de la República, como Esteban Palacios, Manuel Felipe de Tovar,
Antonio Guzmán Blanco o su primo y tocayo Carlos Valentín Soublette, pero ya
los tiempos de la influencia de Bolívar habían pasado.
Viudo de Doña Trinidad Anzola, contrajo segundo
matrimonio en 1851, con Doña Carmen Villavicencio (con familiares que viven
actualmente aquí en La Victoria). Vivieron en una casa del centro de Caracas
situada de Reducto a Basurero, y allí murió el 18 de junio de 1875, a la edad
de 64 años. La prensa caraqueña de la época reseñó su muerte y publicó un hermoso artículo en su honor, bajo
el título de: “Un honorable Patricio”.
Fiesta
Parroquial y Pueblerina. En un principio la celebración del 12 de febrero se
refugió en los altares. Muchas parroquias de Caracas honraban ese día a la
Inmaculada Concepción en cumplimiento del voto del guerrero. En La Victoria se
cumplió religiosamente durante el siglo antepasado. Fue tan solo en 1897 cuando
a solicitud de numerosos vecinos de los pueblos de El Consejo, San Mateo y La
Victoria, la celebración tomó carácter oficial. Dos años antes, el 3 de febrero
de 1895, como parte de los actos programados para celebrar un siglo del
nacimiento del Gran Mariscal Antonio José de Sucre cuyo primer encuentro con El
Libertador se produjo en La Victoria el 5 de abril de 1814 cuando era edecán
del General Mariño Libertador de Oriente, se inauguraron la “Plaza Sucre” en el
Barrio Arriba o Barrio de Jesús; el “Teatro Ribas” en el sitio donde antes
estuvo la Cárcel Real, construido por colecta popular recaudada por una Junta
que presidió el educador Félix María Paredes y “La Estatua” en el centro de la
plaza. Desfiles, discursos, banquetes y un Gran Baile de Gala coronaron los
festejos. El 2 de febrero de 1897, los concejales declaran “... desde esta
fecha, “Día de Fiesta para el Distrito”, el 12 de febrero. (...) Anualmente y
en dicho día se celebrará en la Santa Yglesia Matriz, una Fiesta
Religiosa”. El acuerdo está firmado por
el Presidente Municipal Juan Ramón Gil y el Secretario Miguel Mudarra
descendiente de Los Macabeos. Los demás concejales eran: Napoleón Pérez Díaz,
Eduardo Blank, Sixto Córdova, Carlos Manuel Rodríguez, José María Alfonzo
Landa, Rafael Zapata, Benito Flores, Félix María Paredes y el párroco Pbro. Dr.
Simón Lazo. Es el comienzo de lo que se va a convertir en la fecha clásica de
La Victoria. Hasta ese año la de mayor relevancia, al igual que en todos los
demás pueblos de Venezuela, era la Fiesta Patronal que para nosotros es el 12
de diciembre día de Nuestra Señora de Guadalupe; ya desde casi dos siglos había
dejado de serlo el 7 de octubre Día de “Nuestra Señora del Rosario” también
conocida como “Nuestra Señora de La Victoria” Patrona y Epónima de la ciudad.
El Ayuntamiento comunica lo acordado al Jefe Civil “... para su
cumplimiento...” y al Presidente del Estado “... para su conocimiento.” El
Primer mandatario aragüeño era el General Ignacio Andrade, vecino y hacendado
de La Victoria y casado con la victoriana Isabel Sosa. En muy pocos días será
elegido Presidente de la República.
Entre finales
del siglo XIX y comienzos del XX se suceden la muerte del gran caudillo llanero
Joaquín Crespo, el derrocamiento de Andrade, la llegada al poder del General
Cipriano Castro y tras su caída, la instauración de la dictadura de Juan
Vicente Gómez. Con el Siglo las fiestas conmemorativas toman auge. El nuevo
presidente es grandilocuente y bailador. En muy poco tiempo consolidará el
régimen andino con la cuarta batalla de La Victoria (la tercera se produjo en
1879).
Se bautiza al
pueblo como “La Ciudad Santa de la Restauración”; y el “Club Victoria” pasa a
ser la “segunda casa” del primer magistrado. Sin embargo, la celebración sigue
limitada a la fiesta religiosa.
El Primer
Centenario. Es
durante el Centenario en 1914 cuando comienzan los actos como los conocemos hoy
en día. Una Junta presidida por el General Rafael María Carabaño los organiza.
Gran Parada
Militar con participación de tropas colombianas las cuales se alojan en el
Cuartel Mariano Montilla aún sin terminar; Solemne Te Deum oficiado por un
enviado de la Santa Sede y el Arzobispo de Caracas; Oración Sagrada a cargo del
eminente académico Monseñor Doctor Nicolás Eugenio Navarro.
Estudiantes
caraqueños y victorianos, seminaristas, el canciller Doctor Manuel Díaz
Rodríguez en representación del General Gómez quien se excusó (a los tres años
despojará a La Victoria de su condición de Capital de Aragua), Ofrenda Floral
con intervenciones del Canciller, de Carnevali Monreal, Domínguez Acosta y el
Discurso de Orden pronunciado por el gran tribuno Eloy Guillermo González “El
Águila de la Tribuna”.
Con ocasión del
centenario fue donado a la Municipalidad de La Victoria un retrato del General,
obra del gran pintor clásico Carlos Rivero Sanavria. El artista plasmó en el
cuadro rasgos de José Félix Ribas Palacios quien al decir de sus familiares
guardaba gran parecido físico con su padre. El cuadro pasó luego a propiedad de
la Escuela Federal de Varones “José Félix Ribas” y posteriormente a la “Cecilio
Acosta” en cuya dirección se exhibe celosamente custodiado por la Comunidad
Educativa.
En lo adelante,
la celebración será cívica, militar y religiosa. En los últimos años se celebró
toda la primera quincena de febrero y desde 1984 se estableció oficialmente que
los actos se inician el 31 de enero Aniversario de la muerte de Ribas y
culminan el domingo siguiente al 12 de febrero.
Solemnes
festividades litúrgicas, fiestas populares, conciertos, veladas, concursos,
conferencias, la Sesión Solemne del Ayuntamiento, imponente desfile
cívico-militar y el gran Baile de Gala, son algunas de las actividades que con
la participación masiva del pueblo, cada año programa la Junta 12 de Febrero.
Un acucioso
trabajo de investigación realizado por la Profesora Gisela Pastori de Núñez,
nos introduce en el mágico mundo de nuestro más aristocrático evento social:
“El Baile del 12”, desde sus inicios a finales del siglo pasado.
La fiesta
parroquial y pueblerina se hará luego regional y por último nacional. Se
recuerdan como las de mayor relieve la del “Centenario de la Batalla” (1914),
cuando se hace el primer Desfile Militar con tropas venezolanas y colombianas;
la del “Sesquicentenario de la Batalla” (1964) organizadas por el Presidente de
la Junta doctor Reinaldo Paredes Hernández quien está presente, durante cuyos
festejos se eligió “Reina del Sesquicentenario” a la bellísima joven Gladis
María Grillet Brouces; desde allí arrancaron los desfiles estudiantiles que se
hacían alrededor de la plaza; la del “Bicentenario del Nacimiento del General
Ribas” (1975) y la de 1958 cuando el pueblo blandió nuevamente la espada del
VENCEDOR DE LOS TIRANOS para ganar una nueva batalla por la libertad. El
programa de celebraciones que elabora una “Junta 12 de Febrero” designada anualmente,
incluye la elección y coronación de la “Novia de la Juventud”, “El
Reencuentro”, “El Traslado” de La Virgen
Vencedora de su hogar en la Iglesia de Nuestra Señora de Candelaria, al Cuartel
Montilla, de allí a la Plaza donde al frente de La Estatua son juramentados los
Centros de Estudiantes y las Sociedades Bolivarianas; luego a La Catedral donde
se celebra el 31 de enero el “Funeral del General Ribas” y aparte de las fiestas y parrandas, un
Despertar Patriótico de la ciudadanía el propio 12 de febrero, a los acordes
del Himno Nacional trasmitido desde un helicóptero; abanderamiento de la ciudad, un Solemne Te
Deum en la Catedral oficiado por un obispo y donde lleva la palabra un Orador
Sagrado; la Sesión del Concejo Municipal a la cual asiste el Presidente de la
República e interviene un Orador Invitado; un imponente Desfile (el más
importante desfile cívico-militar de Venezuela) y en la tarde una Corrida de
Toros. Terminados los actos se hace “El
Retorno” que consiste en devolver a La Virgen a su hogar de la Otra Banda.
Existen recopilaciones con los nombres de los Presidentes de las Juntas 12 de
febrero, de los Ministros Oficiantes y Oradores Sagrados en el Te Deum, de los
Oradores de Orden en la Plaza, copias de sus Discursos y de las “Novias de la
Juventud”.
“Día de
Venezuela en Aragua”. Durante el Gobierno del General Isaías Medina
Angarita ejerció la Presidencia del Estado Aragua el doctor Aníbal Paradisi. El
5 de febrero de 1944 suscribe un importante decreto en cuyo primer artículo
establece que en lo adelante el 12 de febrero se denominará “Día de Venezuela en Aragua”. En ese
decreto se abre a concurso para crear un “Himno
de La Victoria” y un jurado que integran Juan Bautista Plaza, Prudencio
Esaa y el maestro Vicente Emilio Sojo, escoge el que compusieron el poeta
Ernesto Luís Rodríguez y Laudelino Mejías, el cual tras el asesinato del
Presidente Paradisi, estuvo perdido durante 53 años pero que afortunadamente
acabamos de oír interpretado por esa gran orquesta de jóvenes victorianos que dirige
nuestra querida maestra Jenny Noguera. Los discursos ese día los pronunciaron
el poeta Miguel Ángel Álvarez, el propio presidente de Aragua Aníbal Paradisi y
el gran poeta y diplomático victoriano Gonzalo Carnevali, quien en fragmento
luminoso de su discurso dice:
“La Nación es como un gran río, y la
provincia su afluente. Durante largas jornadas,
el afluente anda solo. Y su rumor es suyo, y las aguas que lleva no saben de otras aguas ni de
otros rumores. Por sabanas abiertas, o despeñándose
de barranco en barranco y de torrentera en torrentera, va gozando del
sol que lo calienta, de las espigas que madura, de los paisajes que lo envuelven y de los
cielos que retrata. Pero ha llegado el término del viaje solitario y sus aguas se funden con las
aguas de los otros raudales. De la
suma de todos, surge el río. En lo adelante, paisajes y rumores son los mismos. Ese
río es la Patria. La Patria diversa y cambiante, varia y multiforme, pero siempre una, de costa a costa y de
frontera a frontera”.
Estado Ribas. Nuestro estado
se llamará Estado Guzmán Blanco y posteriormente formará parte del Estado del
Centro, Estado Miranda y del Gran Estado Guzmán Blanco. En 1898 los Estados
Nueva Esparta y Guzmán Blanco se fusionan para constituir un nuevo estado. El
penúltimo nombre de nuestra entidad federal fue el de ESTADO RIBAS.
“Día Nacional de
la Juventud”. A
raíz de la Revolución de Octubre de 1945 pudo la juventud venezolana ejercer
por vez primera el derecho del voto. Se habían creado organizaciones juveniles
como semilleros de los partidos políticos y el de gobierno contaba con la
poderosa Asociación Juvenil Venezolana (A.J.V.) con dirigentes en todos los
estados de la república. Ramón Escovar Salom quien era a la sazón Presidente de
la Asociación Juvenil del Estado Lara junto al también dirigente juvenil
Edilberto Escalante del Táchira, promovieron como fecha indicada para “Día Nacional de la Juventud”, el de la
Batalla de La Victoria. Por acuerdo de la Asamblea Nacional Constituyente,
firmado en el Palacio Legislativo Federal de Caracas el 10 de febrero de 1947
por el Presidente ANDRES ELOY BLANCO fue declarado el 12 de febrero DIA
NACIONAL DE LA JUVENTUD. Desde entonces nuestra fecha magna es bautizada como DIA DE VENEZUELA EN ARAGUA Y DE LA JUVENTUD
VENEZOLANA.
El Discurso de
Orden. El
acto central de la celebración es una sesión del Concejo Municipal que
convierte a esta, en la principal “Tribuna de Plaza” que existe en
Venezuela. Hablar desde aquí el 12 de febrero es el máximo honor a que puede
aspirar un orador, porque ese podio es un púlpito colocado en uno de los más
empinados altares de la República. De allí la importancia política que reviste.
El discurso es el punto único de la Sesión Solemne del Ilustre Concejo
Municipal.
Mucho tiempo
estuvo reservado a intelectuales pero hoy es una tribuna política. Por aquí
pasaron hombres de la talla de Eloy Guillermo González “El Águila de la
Tribuna”, el escritor Manuel Díaz Rodríguez, Gonzalo Carnevali, Aníbal
Paradisi, Jóvito Villalba, Gustavo Machado, Mario Briceño Perozo, Ramón J.
Velásquez, Lucas Guillermo Castillo Lara,
Carlos Felice Cardot, Pedro Alciro Barboza de La Torre, Federico Brito
Figueroa, Luis Acosta Rodríguez, Miguel Otero Silva, Julio de Armas, Arturo
Uslar Pietri, Mariano Picón Salas y
Andrés Eloy Blanco. Y muchos presidentes de la República: Rómulo Betancourt,
Rafael Caldera, Carlos Andrés Perez, Luís Herrera Campins quien habló como
estudiante en 1943 y repitió como presidente en 1983, Jaime Lusinchi, Ramón J.
Velásquez, Hugo Chávez Frías y Nicolás
Maduro Moros.
Pocos
victorianos la han ocupado, entre ellos el poeta Rafael Briceño Ortega, el
poeta Gonzalo Carnevali, el historiador Federico Brito Figueroa, el poeta Ángel
Raúl Villasana, el poeta Heriberto Aponte, Edgar Benarroch y el poeta Luís
Pastori. Memorable es el Discurso pronunciado el 12 de febrero de 1932 por el
gran poeta victoriano Rafael Briceño Ortega. Al bajar de la tribuna fue llevado
preso al Castillo de Puerto Cabello hasta su muerte.
La muerte de
Ribas. Medio
siglo después de la batalla de La Victoria,
en plena guerra federal, el cuerpo envejecido del esclavo Concepción
González, quedó colgado de una ceiba, en una apartada y polvorienta sabana
cerca de Uverito. Dicen los que lo vieron que cuando el general Natividad
Solórzano se lo topó de frente en el camino real, dizque le gritó: “Caramba Concepción, Dios te
ha traído; vamos a arreglar de una vez lo del general Ribas”. Y parado sobre
los estribos de su caballo le gritó al Sargento: “Traigan la soga, carajo!
Vamos a salir por fin de esta vaina”. Era la justicia popular que esta vez
también llegaba tarde.
De Urica salió
Ribas en ancas del caballo de José Tadeo Monagas y se internó en las selvas del
Guárico, buscando a las gentes del general Pedro Zaraza. Le servía de baquiano
el esclavo Concepción González, de Valle de la Pascua.
Llegó Ribas
enfermo al hato “Las dos Palmas”, y González, esclavo de la familia Arzola, lo
delató ante el Justicia de Tucupido, Lorenzo Figueroa (a) “Barrajola”, famoso
por su crueldad. Conducido hasta el
lecho del héroe, “Barrajola” lo trajo a Tucupido, y el 31 de enero del
1815, lo hizo ejecutar a lanzazos. Le
cortaron la cabeza, la frieron en aceite, y en macabra procesión la llevaron a
Caracas donde la metieron en una jaula
de hierro, y sobre un poste de 40 metros de altura, fue expuesta en la Puerta
de Caracas durante varios años, para escarmiento de quienes luchaban por la
independencia; hasta que “El
Pacificador” Pablo Morillo, llegado al
mando de un ejército de 16.000 hombres con la misión de pacificar el país, en
gesto que lo ennoblece, hizo bajar de su horrenda prisión la cabeza del héroe y
se la entregó a sus familiares para que le dieran cristiana sepultura.
Los familiares,
para asegurarse de que era su cabeza, llamaron al barbero que le había hecho
dos extracciones de muela y fue él quien lo reconoció.
Otro gesto que
ennoblece al pacificador fue la visita que hizo a la viuda del general Ribas, doña Josefa
Palacios, quien se había recluido en un cuarto de su casa desde la muerte de su
esposo. A su invitación para que abandonara su voluntaria prisión contestó la
honorable matrona: “...saldré de aquí cuando vengan los míos a buscarme y
anunciarme que mi patria es libre”. Después de la batalla de Carabobo el propio
Libertador fue a buscar a su “tía-madrecita Josefa” y a sacarla de su
cautiverio. En La Victoria rendimos homenaje a doña Josefa, cuando en 1991 por
decreto ejecutivo municipal creamos una
institución dedicada a “la mujer” de Ribas y al niño, la Casa de la Mujer y a
petición de su fundadora y primera presidenta Geisha Freites de Fleitas, fue bautizada con el nombre de la “mujer de
Ribas” como “Casa de la Mujer Josefa
Palacios de Ribas”. El 18 de marzo del año de 1824 falleció en Caracas
a la edad de 50 años doña MARÍA JOSEFA ISIDRA JUANA NEPOMUCENA PALACIOS BLANCO,
viuda del general en Jefe José Félix Januario Ribas Herrera con quien se había
casado el primero de febrero de 1796. Era la hermana menor de doña Concepción
Palacios de Bolívar y en consecuencia, tía del Libertador a quien le llevaba
apenas 9 años. Tuvo un solo hijo llamado José Félix Valentín Ribas y Palacios
quien ahora tenía 13 años y estudiaba en los reinos de Francia. Días antes, el
28 de febrero había otorgado su testamento.
Cuando 80 años
después, se inaugura el conjunto escultórico en la Plaza Mayor de La Victoria,
el bravo general aparece en actitud de arengar a la tropa. El gran escultor
maturinés Eloy Palacios Cabello, lo esculpió con tal realismo, que le dejó la
boca abierta, para que se le vieran los orificios de las muelas por los cuales
había sido reconocido.
El esclavo Concepción
González regresó a propiedad de su ama doña Juana González del Hoyo y Arzola y
siguió siendo esclavo por un tiempo más. Para poder seguir siendo esclavo, había “matado” a su libertador.
A “Barrajola” le
cobraron temprano su crimen: lo alancearon por los riñones en “Las Lagunitas”.
Recuperada la
patria, Concepción González pasó el resto de su vida huyendo hasta que se
encontró de frente con unos guerrilleros federales, quienes seguramente no
habían conocido al general Ribas, pero luchaban por su misma causa.
A la voz del
general Natividad Solórzano –dice la historia- se templó la soga y en acto –no
de venganza- sino de justicia revolucionaria tardía, el cuerpo comenzó a
bambolearse suavemente, acariciado tan solo por la brisa de la sabana.
La tropa siguió
su camino y el delator quedó colgando pesadamente de un árbol como si fuera un
racimo, como si fuera un fruto colgado de una rama; pero más parecía un fruto de la justicia, que de la venganza.
Cuando el cuerpo
del ahorcado comenzó a balancearse suavemente bajo la inmensa Ceiba, alguien
debió pensar, que la justicia popular siempre llega tarde…pero siempre llega.
Otra Versión. A raíz de la
publicación del libro “...después de la batalla”, fui llevado por mi gran amigo
Aquiles Rangel, a presencia de un buen señor nonagenario quien me dijo ser
nieto de Concepción González (hijo menor de su único hijo) y me aseguró que
según le había relatado muchas veces su
abuelo a su padre y éste a él, la
muerte del héroe había ocurrido de manera diferente. El general –me dijo- murió
víctima de fiebres palúdicas y fue enterrado por mi abuelo en el hato de “Las
dos palmas”. Por supuesto, antes de
sepultarlo lo “cintureó”. Ya en Tucupido, mi abuelo llamó la atención por cargar
revólver y estar gastando con morocotas y monedas de oro. Puesto en confesión,
llevó a las comisiones realistas al sitio. Desenterrado el cadáver, lo trajeron
al pueblo y lo botaron por un barranco, después de cortarle la cabeza, ya en
estado de descomposición. Esa fue la
razón por la cual la tuvieron que freír en aceite antes de enviarla primero a
Guarenas y luego a Caracas.
Aún cuando
verosímil, creemos que ese cuento fue inventado para descargo de González y sus
descendientes, pero es otra versión que merece ser investigada. No entendemos cómo
pudo mantenerse esta “verdad” oculta durante medio siglo, cuando su divulgación
hubiera evitado el ajusticiamiento del delator.
Tercera versión. (Llegada a
nuestras manos de las del gran historiador guariqueño Dr. Adolfo Rodríguez,
quien la tomó del “Diccionario
Geográfico Universal” de Antonio Montalbán y de la “Antología de Literatura
Marginal” de Caupolicán Ovalles).
Corría el año terrible de 1815, y
era la última quincena del mes de enero. Después del desastre de Urica, de
donde se desprendió Ribas con varios compañeros que en proporción que iban
acercándose a sus lugares lo iban dejando solo, así quedó hasta que llegó a La
Chaguaramita, hato de nombradía en aquel entonces, hoy porción del pueblo El
Socorro: dicen que desde allí incubaba Concepción González la horrible traición
y mandó a visitarle a Barrajola Teniente Real de Justicia de Tucupido, de donde
era nativo, pues hay una comisaría que se denomina Barrajola; quizá vivía en
aquel lugar el terrible hombre. Ribas, confiado en Concepción González, esclavo
ahijado de Don Juan José González de Padrón, le mandó de una mata cerca de las
Dos Palmas (Jácome) llamado Dragalito o Quebrada de las Vacas a buscarle
bastimento y medicamentos para calenturas que le daban; y al haber llevado
dinero en oro metió en sospechas a las autoridades realistas de Valle de La
Pascua y lo examinaron dicen unos, que de motu propio dicen otros, pero de uno
u otro modo fueron en una mañana fresca de enero a sorprender al ilustre héroe
de La Victoria y sus leales compañeros donde dormían y bien seguros lo
condujeron a la casa de Don Juan González de Padrón, donde le dieron permiso
para afeitarse rasurado como lo acostumbraban hacer en aquella época; las
navajas eran de su propio equipaje. Alguien de los subalternos dijo a Barrajola
que no le diera permiso a Ribas para afeitarse porque podía suicidarse y él
dijo: "Nos ahorra trabajo si lo hace", Ribas habiendo oído esto se
rasuró con la mayor tranquilidad. Al terminar esta operación ofrecióle las
navajas al sobrino y él no quiso afeitarse; y entonces Ribas le dijo: “¿Por qué
estar triste; qué más glorias quieres adquirir que por la patria morir?”
Entonces
dirigiéndose al jefe le dijo: “Estamos listos; sé la suerte que me espera; y
les voy a suplicar que a mi sobrino y a mí nos ejecuten juntos y pongan en
libertad al negro que me acompaña que sólo es un esclavo: por eso me ha
obedecido”.
Hay una referencia
burlesca: Serafín Gutiérrez y Francisco Tomás Morales “Moralote” (es otro) que
hacía de Secretario de Barrajola no sabía leer y con un misal, únicos libros
grandes que existían en la época, lo abrió por todos lados y dijo a su jefe
“Aquí está el caso. Mantuano, blanco contra el Rey, moriréis. Y si es de
cuello, puño y corbata, con lanza. Artículo 115. Caguinche, templinche. ¡Amén!".
Nota. Según la
tradición, Serafín Gutiérrez, individuo a quien he aludido arriba, era de
regular tamaño, color negro tostado, ojos blanqueadores,
"encapotados" y tenía los pies grandes y torcidos a manera de loro. Y
era el tal Gutiérrez un hombre famoso en el modo de ser sanguinario: Bartolina
Quirós, barragana, la cual de diez años sostenía con aquél esa clase de
relaciones y quien no dejó descendencia ni de él ni de nadie, decía a personas
que aún existen lo siguiente: “Siempre se me aparecía materialmente manchado de
sangre humana; y nunca debía manifestarle repugnancia ni asco pues cualquier
desdén lo hubiera pagado con mi propia existencia”. La misma Bartolina refería:
“Salió una vez a los vecindarios Faldriquera y Bendición; condujo a esta plaza
varias mujeres que huían de la guerra y se las presentó a su jefe el Teniente
Real de Justicia Barrajola, el cual le dijo: “¿Para qué las trajo? Ya que lo
hizo, mátelas; esas son perras patriotas; y esos –mostrando a los pequeños
hijos–, hijos de patriotas”. Todos fueron alanceados. Como había varias mujeres
embarazadas les sacaban los hijos vivos para alancearlos por separado”.
La muerte de Boves. De nuestra
“Entrevista imaginaria e intemporal a José Tomás Boves”, publicada en el diario
“El Clarín de La Victoria en febrero de 2014, transcribimos el siguiente
fragmento:
-¿Es cierto que Usted tuvo otro hijo con una vecina suya de
Calabozo, hija de don Luís
Corrales?
“Eso no lo sabía nadie. ¿Quién le dijo a Usted eso?”
-El doctor Máximo Corrales, médico cirujano de la “Clínica Ávila” y
descendiente suyo. “Es cierto, pero no
lo conocí. Ella se llamaba Inés Corrales; su padre era uno de los hombres más
ricos de Calabozo, tenía tierras, ganado y comercio. Nuestras dos casas
ocupaban toda una cuadra cerca de la Iglesia de las Mercedes. Ellos vivían en
la esquina noroeste de la cuadra y yo en la sureste y por dentro había un gran
corral que nos comunicaba. Nos enamoramos e hicimos un testamento mutuo, a
quien muriera primero, lo heredaba el otro. Cuando llegué a La Victoria supe
que había quedado embarazada y en oriente me enteré de que me había nacido un
hijo varón. Quise salirme de la guerra y
marchar a Calabozo a criar a mi hijo y así se lo comuniqué a Cajigal, pero en
lugar de dejarme ir, me pidió que
saliera de este último compromiso en Urica y me fuera después. Nada me hacía
pensar que se me atravesaría esa maldita lanza de Zaraza”. -Seguro qué de
Zaraza?
“Si; Zaraza me tumbó del caballo con su lanza pero cuando estaba en el
suelo se me tiraron encima un soldado de apellido Brabante que andaba siempre
cerca de mí y ahora me doy cuenta de que me estaba cazando para cobrarme algo
que tuve con su hermana y el otro fue Morales”.
-Cuál
de los dos lo remató?
“No sé; ese fue mi instante final y cando uno se está muriendo no está
fijándose en pendejadas”.
GENERAL RIBAS:
Ha llegado el momento de rendirle cuentas. Después de su
retiro volvimos a empezar y capitaneados
por su sobrino Bolívar nos independizamos. Después de haber sido por
tres siglos una Provincia de España, ahora
somos una Patria desde 1810 hasta hoy. Dos veces gobernada por representantes
de la corona (de 1812 a 1813 y de 1814 a 1821); durante 11 años parte
integrante de Colombia (de 1819 a 1830” y desde entonces, por 184 años, una
única República. No hay Quinta República porque no hay Cuarta República. En
estos dos siglos Venezuela fue un “Botín de Guerra” que primero se lo
encontraron los Próceres de la Independencia, después los Próceres de la
Federación, después los Próceres de la Restauración y por último los Próceres
del octubrismo para acá, incluidos los 40 años de democracia. Todos por
mantenerse en el poder y en “la movida” adoraron y rindieron culto a la
personalidad de ídolos y caudillos como José Antonio Páez, Antonio Guzmán
Blanco o el general Gómez. Con muy honrosas excepciones como Soublette, Vargas,
Gual, Tovar y Rojas Paúl, por nombrar sólo algunos del siglo XIX, el poder se
lo han repartido grandes ladrones como Tadeo Monagas, Guzmán Blanco, Joaquín
Crespo, Cipriano Castro, Juan Vicente Gómez, Pérez Jiménez y los suyos, quienes
a niveles nacional, regionales y municipales, nos comprueban que “se puede
esconder la mano que roba pero no se puede esconder la mano que gasta”.
En estos
doscientos años nuestras guerras
no sirvieron para nada; apenas para separarnos de España. Nunca hemos podido
consolidar una verdadera revolución porque los revolucionarios terminan
cobijándose bajo los privilegios que pretendían abolir. La Revolución de
Independencia no fue tal porque los próceres
le cobraron a la Patria sus servicios, se encasquetaron los privilegios
de los mantuanos, se quedaron con sus tierras y aunque fueron capaces de darle
la libertad a Venezuela, no se la dieron a sus esclavos; La Revolución Federal
tampoco sirvió porque los
revolucionarios asumieron los privilegios de los godos y se quedaron con sus
tierras y con sus reales; la Revolución Liberal Restauradora no sirvió sino
para entronizar en el poder a una dictadura corta y una larga, una detrás de la
otra; la Revolución Andina no fue tal porque aún vivimos en tierras que fueron
potreros del general Gómez o de sus adulantes. La Revolución de Octubre que si
hubiera podido ser una revolución se frustró y todos sabemos por qué. Y lo
peor, General, fue que a esas revoluciones no las frustraron los enemigos sino
los amigos. A la Revolución de Independencia no la podían frustrar los
realistas porque ya no tenían fuerza, la frustraron los patriotas; a la
Revolución Federal no la podían frustrar los godos porque ya no tenían fuerza,
la frustraron los revolucionarios federales.
Pero Usted sigue
siendo una verdadera inspiración para los revolucionarios porque Usted sí fue
un revolucionario. Si Usted no muere tan temprano la independencia hubiera sido
diferente y si no lo hubieran matado los realistas, lo hubieran tenido que
matar los patriotas
Proposiciones.“Por todas
partes surgen interrogantes: ¿Y ahora que debemos hacer? ¿Para qué tanta
gloria? Son preguntas que deben responder los líderes, los dirigentes, los
políticos y especialmente ustedes los gobernantes, que son quienes pueden
modificar el futuro y no los cronistas, quienes apenas podemos modificar el
pasado.
Pero como
quienes hemos sido alcaldes, siempre nos damos cuenta de lo que debemos hacer,
después que salimos del cargo, basado en el dudoso privilegio de ser más viejo que
ustedes y porque conozco la vocación victoriana del señor Alcalde y de la
Presidenta y demás integrantes del ayuntamiento, lo cual los capacita para
llegar a entendimientos en favor de la ciudad,
me voy a permitir muy respetuosamente proponerles lo siguiente:
1) Que se le restituya el nombre de
“Plaza Italia” a la que como un regalo a la ciudad y con su propio peculio,
construyó la laboriosa comunidad italiana de La Victoria, capitaneada por ese
gran victoriano nacido en Pescara, que es don Nícola di Teodoro.
2) Que el ilustre Concejo Municipal declare el lapso comprendido entre
el día de hoy y el 31 de enero del próximo 2015 que es el bicentenario de la
muerte de Ribas, como “Año de Gestiones
Conjuntas de la Municipalidad de José Félix Ribas”, para que durante su vigencia, juntamente la
Cámara Municipal y la Alcaldía o sea, el poder legislativo y el ejecutivo, por
sus propias competencias o mancomunados con los otros municipios del eje este,
gestionen ante la gobernación de Aragua, la Presidencia de la República, la
Asamblea Nacional y demás organismos públicos y privados de competencias
nacional, regionales y municipales, entre otras iniciativas las
siguientes:
Que se inicien las gestiones para lograr un reacomodo del patrimonio
cultural edificado municipal mediante el cual, a) el “Cuartel Mariano Montilla”
se convierta progresivamente en el “Museo de Historia Militar de la Ciudad”; b)
el “Palacio de Campoelías”, sede provisional de la Alcaldía, comience
progresivamente a convertirse en el “Museo Histórico de la Ciudad” tal como lo
reza el decreto que lo declaró Monumento Histórico y Arquitectónico Municipal;
c) que la “Casa de Camacho”, sede provisional que fue de la “Casa de las Mujer
Josefa Palacios de Ribas” y actualmente de la Policía Municipal, se destine al
fin para el cual fue adquirida cual es,
el de ampliar la “Casa de la Cultura”; d) que se declare de utilidad
pública y se proceda a su adquisición por el municipio, el estado o la república,
de la “Casa de la Capitulación” o “Casa de la Mascota”, residencia victoriana del Libertador, lugar
donde nació la Segunda República y se conocieron Bolívar, Mariño y Sucre; e)
que se estudie la posibilidad de adquirir para la ciudad los ya declarados
inmuebles de interés histórico nacional y municipal, “Casa Natal del ilustre
Prócer Ramón García de Sena”, “Casa del Marqués de Ustáriz” o “Casa de la
Presidencia”, residencia del Ilustre Prócer Francisco Javier Ustáriz, donde
redactó la Constitución de la Segunda República por solicitud del Libertador.
Fue la primera sede de la Presidencia del Estado Aragua, Prefectura de La
Victoria, Cárcel y primer Hospital fundado por la Madre María de San José y la
“Casa Natal del Poeta Sergio Medina”. Es
necesario declarar de utilidad pública estos inmuebles y oficiar al Ciudadano
Registrador recordándole la necesidad de advertir a quienes adquieran inmuebles
enclavados dentro del Casco Histórico de la Ciudad, la obligación en que están
de apegarse al contenido de la Ordenanza respectiva, la cual les impide demoler
y modificar inmuebles sin el cumplimiento de lo establecido en dicha
ordenanza.
3) Continuar
las gestiones para poner en servicio el “Teatro Municipal José Félix Ribas”;
restaurar y poner en servicio la Plaza de Toros de Gonzalo Gómez “Nuevo Circo
de La Victoria”, la más antigua de la provincia
y la construcción del “Museo Taurino”; ampliación y modernización de la
“Casa de la Cultura”; estudiar la posibilidad y conveniencia o no, previa una
amplia consulta con todos los interesados, de convertir en un futuro, en “Gimnasio Cubierto” el actual Mercado
Municipal de La Mora; estudiar la
factibilidad de adquirir el Withe Tower como sede de las dependencias de la
municipalidad; construirle nuevas tribunas al “Estadium Francisco de Miranda”;
construcción de una Manga de Coleo contigua al “Parque de la Estación” o detrás
del Mercado de la Mora; construcción de Baños Públicos contiguos a la Plaza
Ribas, en el “Pasaje Eugenio Arévalo”,
sin los cuales no podrá jamás desarrollarse ninguna actividad turística.
4) Que se gestione la construcción de obras de vialidad, entre otras,
las carreteras y avenidas urbanas e interurbanas: a) Avenida Universidad-La
Mora-Tiquire-El Consejo; b)Avenida Las
Mercedes-Tiquire-El Consejo (por el norte o Cota Mil); c) Intercomunal La Victoria-Zuata;
d) Avenida Zuata-San Mateo; e) Avenida Zuata-Cuesta de Las Mulas-Casupito y f)
Avenida Norte-Sur (El Calvario-Cementerio por “El Recreo”); que se gestione la
construcción de un “Ramal Este” del ferrocarril, que una a “Las
Tejerías-Sabaneta-El Consejo-La Victoria-San Mateo-La Encrucijada” y empalme
con la red ferrocarrilera nacional.
5) Que se retomen las iniciativas para la creación de la “Diócesis de La
Victoria” previa la creación de nuevas parroquias. Se hace necesario que una
Comisión de Honor de alto nivel, presidida por el Alcalde, la Presidenta de la
Cámara y el Señor Párroco, reanuden dichas gestiones. Que se continúe con el proceso de creación
de la “Parroquia Juan Vicente de Bolívar y Ponte”. Faltan solamente las
aprobaciones del Consejo Legislativo Regional y la designación de autoridades
provisionales que organicen la nueva parroquia y preparen su participación en
los próximos procesos electorales para que elija sus autoridades definitivas.
Todas estas gestiones deberán ser motorizadas conjuntamente por el Alcalde y la
Cámara Municipal. 6) Que
se reediten los “Símbolos de la Ciudad” (“Escudo de Armas” y “Bandera”) y se
grabe el “Himno de La Victoria”. Es necesario reeditar los materiales relativos
a los símbolos de la ciudad y su difusión en los institutos educacionales,
oficinas públicas y privadas. 7) La
“Universidad Bolivariana de La Victoria” necesita la dotación de servicios
indispensables como baños, vigilancia policial a la hora de salida, surtidores
de agua y autobuses que recojan a los estudiantes en las aldeas y los repartan en sus sitios de residencia.
El futuro de nuestra ciudad se está fraguando en las aulas de nuestras
universidades y por fortuna muchos de nuestros dirigentes, (Alcalde, Síndico
Municipal, ex presidentes de la Cámara, ex concejales y familiares), son sus
estudiantes o egresados. Hace falta que
se erogue el sueldo para un Director del “Orfeón Universitario de la
Universidad Bolivariana de La Victoria”, la “Estudiantina Universitaria”, la
Biblioteca Universitaria”. Tres autobuses son mejor regalo para la juventud
victoriana, que todos nuestros discursos.
8) Que la “Casa de Mariño” (de la cual fue echado sin previa participación)
vuelva a ser sede del “Centro de Historia de la Ciudad de La Victoria” y se le restituya a su “Salón de Lectura” el
nombre del gran poeta victoriano Luís Pastori quien durante su paso por el
Ministerio de la Cultura, la restauró junto con nuestra Catedral y la “Casa de
la Estación” (los tres edificios eran
escombros) y quien fue expulsado de la casa junto con toda su Fundación. Debe
ser desagraviado porque siendo uno de
los victorianos más ilustres del siglo XX y nuestro máximo representante en el
mundo de la cultura, además de echarlo, la biblioteca que con tanto amor y
sacrificio juntó, fue “despalillada”
(sin autorización del alcalde) y los libros
puestos a la orden por alguien que dijo ser “director de cultura”, para
que cada quien se llevara los que quisiera, creyendo que eso era
“revolucionario”, por lo cual se
entiende, que el día que murió el
poeta, no mereciera en su ciudad natal
ni el miserable homenaje de un simple acuerdito de duelo.
9) Que se editen
libros, folletos, mapas turísticos, trípticos explicativos, postales y demás
publicaciones y la realización de un “Congreso de Historia” con participación
de las Academias Nacionales y Regionales, universidades, Centro Nacional de
Historia, Centro de Historia de La Victoria y demás instituciones e
historiadores. Con un temario que abarque los temas geo-históricos, la
población precolombina, la conquista, la colonización, las encomiendas, la vida
colonial, la independencia, la república, la economía regional, la fundación de
la ciudad, su evolución demográfica, su evolución política y jurisdiccional,
sus grandes acciones militares, sus luchas indígenas, el siglo XX, la pérdida
de la capitalidad, la industrialización,
la educación, la iglesia, las luchas sindicales, las luchas políticas,
la descentralización, creación de la Alcaldía, y el siglo XXI. Las ponencias
pueden ser publicadas posteriormente, por el Centro Nacional de Historia.
10) Que se cree la “Casa de la Cultura Eddie López” en el norte y se fortalezcan instituciones centenarias
como la “Sociedad del Cristo de El Calvario” y la “Respetable Logia Victoria N°
9”fundada por el ilustre Prócer de la Independencia general Santiago Mariño, la
cual requiere de ayuda municipal para la creación dentro del Hospital José
María Benítez, del “Centro de Emergencia Pediátrica Luis Rafael Núñez
Mattei”.
11) Que se retome la designación anual de la centenaria “Junta 12 de
Febrero”, que se la nombre tan pronto como la junta anterior entregue su
memoria y cuenta y se la dote de una sede que bien podría estar en la antigua
“Casa de Camacho” una vez anexada a la “Casa de la Cultura”, para no recargar
con la organización de los actos históricos, al instituto de igual nombre. 12)
Que se cree el Archivo Histórico de la Ciudad de La Victoria. Habiendo
utilizado el inmueble que se adquirió para ese fin con el noble propósito de dar albergue a nuestros
abuelos, se hace necesario destinar otro lugar para el Archivo Histórico donde
reposen nuestros acervos documentales, fotográficos, traslados del Archivo
General de la Nación (previo convenio con este Archivo), del Archivo Arzobispal
de Caracas, de los Archivos de Indias de Sevilla y de la Real Audiencia de
Santo Domingo, y de otros reservorios, que tengan relación con la ciudad y con
el Valle de Aragua.
13) Que se le
restituya el nombre del ilustre ciudadano Diego de Hurtado, al Premio Municipal
de Periodismo, por haber sido él quien en 1849 fundó “El Edén”, Primer
Periódico de La Victoria. Que se bautice
uno de los premios municipales con el nombre de don Simón López, fundador y
director de “El Provinciano”, quien junto con Diego de Hurtado y Carlos
Bejarano García, forma el trípode más importante de nuestro periodismo.
14) Que se
establezca en Caracas la “Residencia Estudiantil Ciudad de La Victoria”. La
ciudad puede y deba establecer una “Residencia Estudiantil” en la capital,
regentada por personal capacitado, que albergue a nuestros estudiantes pobres,
condicionado su utilización al rendimiento y conducta que se establecieran en
los reglamentos respectivos. No es justo que quienes estudian carreras que no
se enseñan en la ciudad y pierden el
transporte o salen tarde algún día, tengan que dormir en los pasillos de la
universidad pudiendo por un módico aporte, dormir en un hogar victoriano
atendido como tal por mujeres victorianas. El censo de usuarios podría
comenzarse por quienes viajan diariamente a las cuatro y media de la mañana
desde nuestro terminal, en el autobús de la Universidad Central de Venezuela.
15) Que se haga
respetar la toponimia para evitar que se
sigan pluralizando los nombres (Las Guacamayas, Los Maleteros, Las Curías y
otros disparates que además de anti históricos y feos, son ilegales) o, porque
se acabó la pintura, señalizar como
“Santa Rosa” a la comunidad campesina de
“Santa Rosalía”. Igualmente son
necesarias las señalizaciones (En la “Cárcel Real”, en la “Casa de la
Presidencia” o en la Casa de “El Edén” y en los Monumentos Históricos
Municipales) y en las avenidas, calles, esquinas y plazas.
16) Que se
graben recopilaciones de música victoriana, popular, folclórica y lo que
llamaban antes “música culta. Incentivar el cultivo de las manifestaciones
musicales propias de nuestra región, mediante cursos y concursos de creación e
interpretación de nuestros bailes tradicionales, especialmente el baile de “La
Llora” y la música de Arpa Aragüeña. Igualmente se puede difundir música
vinculada a la ciudad como los bailes de Cuadrilla, Valses, Joropos, Polkas,
bailes de tambor, canciones de serenata y música de retretas. “La Marisela” de
Díaz Peña; el “Valse Venezolano” de Raúl Borges; “Mañanita Pueblerina” del
Maestro Inocente Carreño; “Jamás te Olvidaré” de Manuel Guadalajara; “Pedro
Miguel” del Maestro Arrieta; “La Victoria” de Román Martínez Galindo; “Claros
de Luna” del Maestro Pedro Oropeza Volcán y otras piezas de igual calidad,
podrían ser grabadas en un CD promocional de la municipalidad.
17) Que se
ejecute el proyecto de parque escultórico a “La Batalla de La Victoria” al lado
del Peaje, que incluye parques infantiles, parque ecológico, caminerías,
canchas y esculturas a tamaño natural, según proyecto elaborado por los
artistas victorianos, ya aprobados por el Alcalde y listos para su ejecución.
18) Que en cada
lugar donde haya una comunidad organizada, un Consejo Comunal, una Junta de
Vecinos, una Junta Parroquial, haya un cronista de la propia comunidad, quién
asesorado por el cronista municipal y un equipo multidisciplinario, acopie los
antecedentes históricos, tiempos coloniales, recientes poblamientos, propiedad
de la tierra, latifundios, invasiones y legalizaciones posteriores, primeros
pobladores, situación actual, como lo exigen el moderno ordenamiento
jurídico.
19) Que
aprovechemos el interés existente en actualizar nuestros símbolos, para que la República estampe en el azul de
nuestra bandera las dos estrellas que faltan y en el Escudo Nacional, alegorías
que simbolicen a nuestros abuelos africanos y a nuestros abuelos españoles, para que le hagamos honor a la frase del Libertador según la cual
“somos el punto equidistante entre América, España y África”. Abandonemos la
actitud hipócrita de pregonar que somos el producto de un mestizaje, todos
“café con leche, unos más leche y otros más café”, mientras se castiga el decirle “negro” a los
negros. ¿Cómo vamos a llamar al Negro Primero, al Negro Miguel, Al negro Juan
José Rondón, al Negro Prieto, al negro Custodio, al Negro Claudio o al Negro Aristóbulo? Si
decirle “negro” a un negro es ofensivo lo que se está queriendo decir es que
ser negro es malo. Ahora adoptamos el eufemismo de “afrodescendientes”; se
pregunta en el censo que si somos afrodescendientes; pero… ¿cómo lo van a saber? ¿Por el color de
la piel? Todos los venezolanos lo
somos”. O asumimos lo que somos o seguiremos avanzando con una sola rueda del
carruaje.
Y que el estado Aragua reclame con sobrada
justicia, que se cambie el “Día Nacional de la Bandera” para el 27 de abril,
fecha en la cual ondeó por vez primera en territorio nacional, el tricolor
mirandino, en Ocumare de la costa.
20) Que previa
consulta y aprobación de la comunidad de “El Cementerio”, se le cambie el
nombre y se la bautice como “Urbanización Rudecindo Canelón”.
Por último,
propongo que para terminar de empoderarnos de toda la familia, se creen dos
condecoraciones; una “Orden Josefa
Palacios de Ribas” para honrar a nuestras mujeres victorianas, cuya primera
atribución pude hacerse el próximo 8 de
marzo Día de la Mujer en un acto en la propia cámara y otra llamada “Orden Josefelixcito” u “Orden “José Félix
Ribas Palacios” u “Orden Capitán Ribas
Palacios”, para honrar y estimular a nuestros niños, cuya primera
atribución puede hacerse el mismo “Día de la Mujer” o el “Día del Niño” y
después, los 13 o 14 de febrero de cada año o cuando sea propicio o
necesario. Bien podríamos comenzar por
imponérsela a los integrantes de la Orquesta Infantil de La Victoria.
Señora
Presidenta y demás
integrantes del cabildo: todas estas proposiciones pueden ser implementadas.
Una sola es nueva (la de las condecoraciones), las demás han sido propuestas
anteriormente en varias oportunidades a la municipalidad, en comunicaciones
escritas o en artículos de prensa.
Distinguidos
ediles: Confieso que al comunicarme Ustedes el honor
con el que me habían distinguido al designarme orador en este acto, fui el
primer sorprendido, porque yo tambien creo que debe designarse a un joven que
tenga algo qué decir (aplausos). “Recojan sus aplausos”, porque también pensé
que se podía estar saldando cuentas con la vieja ciudad, pasando la página de
los periódicos de ayer, para hacer borrón y cuenta nueva, porque creo ser, después de doña María Teresa Castillo, el
orador de mayor edad que ha ocupado esta tribuna. Pero no quiero ser aquí el último setentón;
detrás de mí, no le cierren la puerta a
los viejos, porque queremos oír a hombres como ese gran victoriano
otoñal nacido en Pescara-Italia llamado
Nícola Di Teodoro, a otros de su edad y a menores como el doctor Carlos Julio
Tavera-Marcano, como Julio Jáuregui o Gisela Pastori, quienes mucho tienen que
decirle a los jóvenes. Y perdonadme por haberme extendido, pero no tuve tiempo de ser breve.
En los símbolos.
Señoras y señores: Nunca una ciudad, una fecha y un nombre estuvieron tan
indisolublemente ligados, como esta ciudad, esta fecha y este nombre. El General Ribas peleó
en mil batallas, pero cuando se pronuncia su nombre se piensa en La Victoria.
La ciudad dio hijos ilustres a la Patria en todas sus épocas y fue escenario
de muchas acciones de guerra y de paz,
pero cuando se la menciona, se piensa en José Félix Ribas. Así fue ayer y será
mañana. El Libertador los juntó al llamar a Ribas “VENCEDOR DE LOS TIRANOS EN LA VICTORIA” y el Cabildo de Caracas al
remarcarla como “CIUDAD VICTORIOSA DE
RIBAS”. Hoy resultaría imposible separarlos; nada los desunirá jamás.
Existe hasta el afortunado error de creer que La Victoria debe su profético
nombre al triunfo de Ribas, cuando en realidad desde dos siglos antes de la
batalla se llamaba así. Desde entonces, hasta ahora y por siempre, la ciudad,
el héroe, los jóvenes soldados y la
fecha, reciben los más variados homenajes. El Libertador Simón Bolívar se
encontraba en Valencia, y al conocer la noticia, dicta su célebre Proclama de
fecha 13 de Febrero de 1814, dirigida “A los Soldados del Ejército Vencedor en
La Victoria”, primer homenaje que reciben los valientes salvadores de la
patria. Dice: “...sois el instrumento de
la providencia para vengar la virtud sobre la tierra...” “Vuestros nombres no
irán nunca a perderse en el olvido.” “El General Ribas sobre quien la
adversidad no puede nada (...) será desde hoy titulado El Vencedor de los Tiranos en La Victoria.
A
los cuatro días, el 16, desde Valencia, el Libertador confiere los siguientes
ascensos: el Comandante Vicente Campo Elías al grado de Coronel; el soldado
“Veneno” al de Subteniente y la Venera de la Orden de los Libertadores al
Teniente Coronel Jugo. El 17 asciende al Capitán Hermógenes Maza al grado de
Teniente Coronel; al aspirante Martín Soublette, de 17 años, (hermano de Carlos) a Subteniente efectivo; y
al Soldado Huesito, a Sargento Primero. “Toda la División que entró en acción
el 12 en La Victoria tendrá el privilegio de llevar en la manga izquierda de la
casaca un escudo con el mote de “Defensores
de La Victoria”.
El
último es el propio General Ribas. Al mes, en
su Cuartel General de San Mateo, el Libertador extiende el nombramiento
que le confiere a su tío, el empleo efectivo de General en Jefe de los
Ejércitos.
Por
su parte el Cabildo de Caracas, a los cinco días de la batalla, el 17 de
Febrero, celebra una Sesión Especial y acuerda: “...marcar con demostraciones
sencibles para las presentes y futuras generaciones la gratitud a que se había
hecho acreedor aquel valiente guerrero (...) y
el lugar del triunfo, destinado
al parecer por la providencia, para sepulcro de la tiranía”.
Por
aclamación unánime, recomienda: “... a todas las viudas que han resultado de
esta campaña y con especialidad la del esforzado Coronel Luis María Rivas
Dávila (...) y erigir una estatua en memoria del General Ribas en la Plaza de
la Villa de La Victoria...”
La
Estatua, obra magna del gran escultor Eloy Palacios Cabello, fue inaugurada ochenta y un años después, el
3 de Febrero de 1895, con motivo del centenario del nacimiento del Mariscal
Sucre.
El
mismo Ayuntamiento el 3 de mayo acuerda elevar a la categoría de Ciudad a la
Villa de La Victoria, entre otras consideraciones, “...por los
sacrificios que ha hecho por el gobierno republicano y (...) que ha sido
este lugar de La Victoria, el dique que
ha contenido la inundación de vandidos y el verdadero antemural de Caracas;
(...) solicitando de Su Excelencia que si es de su agrado se premie y remarque
el lugar con el sobrenombre de Ciudad Victoriosa de Ribas.”
El
propio héroe atribuye su triunfo a la
protección visible de María Santísima y propone que se dedique este día
para bendecir a la madre de Dios con el título de la Concepción, jurándole una fiesta solemne anual. Es el
origen de la celebración del 12 de
Febrero; primero, celebración litúrgica;
luego, fiesta popular, parroquial y pueblerina; y hoy, Fiesta Patriótica de la mayor importancia
nacional.
La Virgen
Inmaculada de La Victoria, Protectora del Ribas, bautizada en 1954 por Monseñor Rafael Arias Blanco
Arzobispo de Caracas, como La “VIRGEN
VENCEDORA”, es desde 1984, Patrona
de la Academia Militar de Venezuela.
El
12 de Febrero fue declarado en 1944, “Día
de Venezuela en Aragua”, por el malogrado Presidente del Estado, Dr. Aníbal
Paradisi, y el 10 de Febrero de 1947, por Acuerdo de la Asamblea Nacional
Constituyente, presidida por Andrés Eloy Blanco, “Día Nacional de la Juventud”.
El
Estado Aragua se llamará a finales del siglo XIX “Estado Ribas” y desde 1986, la entidad federal aragüeña cuya
capital es la ciudad de La Victoria, lleva el nombre de “Municipio José Félix Ribas”.
El
Escudo de Aragua lleva inscrita la fecha
12 de Febrero de 1814 y en el verso del Himno Aragüeño se canta:
“Coronó
nuestras cumbre la gloria
cuando RIBAS la espada blandió
y a su homérico afán “La Victoria”
con sangre opresora sus campos regó”.
Igualmente,
los símbolos de la ciudad recuerdan la hazaña: El Escudo de Armas está coronado por “La Estatua” y lleva
inscrita la fecha “1814”; la Bandera de
la Ciudad ostenta los colores de la Inmaculada Concepción y el Himno de La Victoria, obra compuesta en
1945 por Laudelino Mejías y Ernesto Luis Rodríguez, se titula “Hoy se llena de sol La Victoria” y es
un canto a la gloriosa fecha y a sus héroes.
Son
casi dos siglos de recuerdos permanentes al
guerrero, a sus soldados, a la
fecha y al lugar del triunfo. La
vida municipal gira alrededor del bronce que la preside desde el centro de la
plaza. Las calles, plazas y escuelas,
llevan nombres de los héroes de aquel día. La ciudad es un
inmenso pedestal de sus glorias.
Izando nuna
bandera. Desde
mediados del presente siglo La Victoria es una pujante ciudad industrial. El humo
de las chimeneas y de los torreones corre libre por un cielo hacia el cual se
elevaron ayer ramazones y espigas.
Los sombreados
caminos que vieron pasar a los Libertadores en busca de la gloria, son testigos
del paso de grandes caravanas de hierro que transportan los frutos de la
industria.
La ciudad ha
crecido; los viejos sembradíos son urbanizaciones y ya la población es “veinte
veces”, la que sobrevivía después de la batalla.
En “Soco” y en
“La Chapa”, ruge un gigante industrial y la tierra retumba y se estremece como
ante la carga más fiera de la caballería.
Es un árbol
frondoso que muestra con orgullo sus frutos y ramajes; buena cosecha, producto
de buen riego en buena tierra. Avanza confiada y optimista hacia el porvenir
porque tiene las raíces bien afincadas en el pasado. La ciudad ha cambiado,
pero su corazón sigue estando en el centro de la Plaza. El 23 de octubre de
1986 al aprobar por unanimidad la Nueva Ley de División Político Territorial,
la Honorable Asamblea Legislativa del Estado Aragua creó un Municipio Autónomo
cuya capital es la Histórica y Heroica ciudad de La Victoria...El Municipio se llama «José Félix Ribas
».
HE DICHO.
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