Recordando al poeta de la Llanura......

Se crea este Blog, con el trabajo conjunto de los hijos y familiares del Poeta de Camaguán, quien dedicó su vida, aún fuera de su terruño, al estudio e investigación de su historia, tierra y costumbres, en una constante lucha para mantener vivas sus raíces y tradiciones. Germán Fleitas Beroes, plasmó en sus libros y escritos, su voluntad y esperanza de que su obra no quedara en el olvido, pues había mucho de Venezuela en ella. Amó su país y amó el rincón de suelo en el que nació y se esforzó en sembrar la identidad nacional a través de su pluma. Por eso, hoy sus hijos y familiares, juntamos nuestros recuerdos para crear esta página en honor a un venezolano auténtico.

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domingo, 13 de marzo de 2016

La Otra Pluma de Germán Fleitas Beroes

El poeta Germán Fleitas Beroes, como todo buen llanero de su tiempo, nutrió su espíritu, principalmente, de lo que oía, de lo que veía y de lo que sentía, en ese permanente diálogo que con la naturaleza, establecen los hombres del campo. Los sueños vinieron después. Creció oyendo las viejas leyendas, los cuentos, los refranes, y toda la carga de sabiduría contenida en los romances, los “corríos” y las conversaciones. Son las vivencias del hombre de la tierra llana, trasmitidas de generación en generación. Su padre don Romualdo Fleitas Fleitas, de Camaguán; y su madre Susana Beroes Peralta, de Calabozo, ambos pertenecientes a muy antiguas familias guariqueñas, sus tíos Fleitas Fleitas y su extensa parentela camaguanera; sus tíos maternos, los Beroes Peralta calaboceños y por último sus amigos y los libros, le permitieron conocer al llano y a sus gentes, y se empeñó desde joven, en investigar sobre los asuntos que le despertaban interés. Por eso, sin ser un investigador histórico, junto con su obra poética, contenida en sus libros “Tolvaneras”, “Estrellas y Candiles”, “Arpa que me rinde el sueño”, “El romancero del llano”, “Páseme acá la guitarra”, “Cien coplas”; en grabaciones y en los baúles de las hoy abuelas que eran jóvenes cuando él también era joven, existe una variedad de escritos inéditos, sobre temas del llano y extralinderos, que aguardan por su publicación. Es como si junto a su “pluma de poeta”, hubiera tenido “otra pluma”.

Con esa “otra pluma” escribió crónicas periodísticas, memorias breves, artículos de prensa y ensayos literarios e históricos, muchos de los cuales han sido recopilados de las páginas de los periódicos y otros reposan en el archivo familiar.

Nunca se propuso ser “un escritor”, pero escribía. Nunca se propuso ser “un historiador”, pero conocía historias y las escribía. Algunos de esos escritos fueron publicados en su momento en periódicos nacionales, otros se quedaron en el tintero y muchos de ellos están dispersos en notas, páginas sueltas, papelitos y entrevistas grabadas, que vale la pena dar a conocer.

Recuerdo que tenía en preparación un trabajo llamado “El llano, sus costumbres y sus monstruos sagrados. Prosa”; y una investigación histórica sobre el origen de los Bravos de Apure, en el cual logró demostrar que ciento y tantos de los valientes, eran nativos de nuestro estado. Sin mayores pretensiones históricas, decía que lo había investigado y escrito solamente para “jorungarle la paciencia” a su entrañable amigo apureño Lisandro Latuf. El trabajo llevaba por título “Los Bravos de Apure eran del Guárico”.

Escribe ensayos biográficos sobre José Cupertino Ríos Viña, nacido aquí en Camaguán el 19 de marzo de 1878, quien además de gran arpista y compositor de más de 400 joropos, era cantador y al mismo tiempo tocaba el arpa y contrapunteaba con el cantador que se le parara por delante.

Pedro Pablo Molina, del vecindario Sombrerito, el mejor bordoneador de todos los tiempos, autor de “Juan Solito” y “el Tordito”, entre muchos otros. Ruperto Sánchez, nacido en 1880 y quien tuvo la oportunidad de “proyectarse” porque tocó en Maracay en el centenario de la Batalla de Carabobo y allí conoció y se ganó los favores del general Gómez.

En una serie de micro biografías muy bien documentadas, da información casi siempre inédita, sobre los grandes poetas, compositores, arpistas y cantadores del llano, precursores de la nacionalización de la música llanera y que el denominaba “la avanzada del 50”. Manuel Pérez Acosta, Rafael Hurtado, Juan Pérez Acosta, El Negro Acevedo Gil, Mariano Hurtado Rondón, Ignacio Figueredo, Juan Vicente Torrealba su gran amigo, Ángel Custodio Loyola, Juan de los Santos Contreras, Adilia Castillo, Magdalena Sánchez, Josefina Rodríguez la Gitana de Color, Ernesto Luís Rodríguez su gran amigo y coevo; Pedro Emilio Sánchez, el “Conjunto Camaguán”, Víctor Vera Morales, José Romero Bello y su hijo Joseíto, Miguel Ángel Maita, Carlos Modesto Laya, Simón Díaz, los hermanos Aparicio, Reynaldo Espinoza Hernández, Cándido Herrera, el Catire Carpio, Ángel Custodio Loyola, Jesús Loreto Loreto y muchos otros llaneros y no llaneros como Monseñor Francisco Iturriza Guillén quien fue su maestro y su amigo entrañable de toda la vida, Juan Briceño Zapata, el hombre que “tocaba el cuatro con una muñeca rara”.

Entre los temas que le preocupan está el relacionado con “El Llanero” de Daniel Mendoza y/o Rafael Bolívar Coronado, el cual analiza capítulo por capítulo. Se basa en las edades de ambos personajes que nacen con una diferencia de 61 años, en lo escrito por ambos con estilos identificables, en El Bazar de don Luís Corrales, y otros periódicos, para arribar a conclusiones que difieren en mucho con las aportadas por el doctor Oscar Zambrano Urdaneta.

El tema de “La Kirpa” es apasionante, porque según su versión, José Antonio Quirpa y su guitarrero Juan Rafael Zárate, fueron muerto el primero y herido el segundo, en un Güiripa que no es el pueblo del estado Aragua sino de un punto ubicado en la costa del Meta, visitado por Madariaga a su regreso de Bogotá.

Habla de Florentino Lovera, gran cantador en quien se inspiraron Gallegos y Arvelo Torrealba para el tema de “Cantaclaro” y “Florentino y el Diablo”.

Están entre sus escritos unos apuntes sobre la historia de la Villa de San Jaime, datos biográficos de Antonio Martínez, aquel soldado realista que en Carabobo salvó la vida del general Páez, al sacarlo del campo de batalla y llevarlo hasta donde estaban los suyos. Hay un trabajo sobre los soldados guariqueños en la batalla de Boyacá, otro sobre la Creación de Apure como entidad Territorial, sobre el “Hato de la Cruz Rubiera” y sobre “Las Ánimas” de Beroes; el cuento echado de cómo el maestro Antonio Lauro y él, compusieron el “Himno de Camaguán”, escritos sobre los Velorios de Cruz, “Hágase la luz”, libretos para programas culturales de Cadafe, un folleto titulado “Leyendas del llano viejo”, y relato sobre su amistad con Camilo José Cela, con quien se veía y se carteaba a raíz de un afortunado poema.

Hay sendos trabajos sobre los Toros Coleados y las Peleas de Gallos en el llano, rematados con los poemas alusivos a dichos temas.

Una semblanza de nuestro gran pintor Cástor Vásquez, nos revela, que al artista camaguanero, le traspasaron la mano derecha de un balazo, durante la fatídica marcha del 14 de febrero de 1936, cuando mataron a Eutimio Rivas. Cástor aprendió a pintar con la derecha y llegó a ser uno de nuestros mejores paisajistas venezolanos.

Fue amigo y admirador del poeta Alberto Arvelo Torrealba, a quien calificaba como el más grande poeta barinés, así como Francisco Lazo Martí lo era del Guárico; y a ambos, los dos poetas mayores de la llanura.

Hay escritos suyos en carátulas de discos y declaraciones de prensa que merecen ser conservadas porque contienen los decires de un llanero que no logró ni con la ausencia física, salirse de sus linderos camaguaneros.

Si alguien quisiera cantarle su amor al terruño propio con palabras ajenas, le bastaría con repetir las que Simón Bolívar en diferentes correspondencias, le dedicó a Caracas, su ciudad natal: “Primero el suelo nativo que nada: el ha formado con sus elementos nuestro ser; nuestra vida no es otra cosa que la esencia de nuestro propio país; allí se encuentran testigos de nuestro nacimiento, los creadores de nuestra existencia y los que nos han dado alma por la educación; los sepulcros de nuestros padres yacen allí y nos reclaman seguridad y reposo; todo nos recuerda un deber, todo nos excita sentimientos tiernos y memorias deliciosas; allí fue el teatro de nuestra inocencia y de nuestros primeros amores, de nuestras primeras sensaciones y de cuanto nos ha formado.

Caracas es mi Patria. (...) Ya es tiempo de dedicar a Caracas todo mi conato, toda mi solicitud; por Caracas he servido a Colombia; por Caracas he servido a Bolivia; por Caracas he servido al Nuevo Mundo y a la libertad, pues debía destruir a todos sus enemigos para que pudiera ser dichosa: mi primer deber para el suelo que ha compuesto mi alma de sus propios elementos; en mi calidad de hijo debo dar mi vida y mi alma por mi madre.

Venezuela es el ídolo de mi corazón y Caracas es mi Patria; juzgue Ud., cual será mi será mi interés por su prosperidad y por su engrandecimiento.

Mi derecha estará en las bocas del Orinoco y mi izquierda llegará hasta las márgenes del Río de la Plata, mil leguas ocuparán mis brazos, pero mi corazón se hallará siempre en Caracas; allí recibí la vida y allí debo rendirla y mis caraqueños serán siempre mis primeros compatriotas. Este sentimiento no me abandonará sino después de la muerte”.

Y en el instante final, cuando dicta su testamento hace anotar su última voluntad: “Es mi voluntad que después de mi fallecimiento, mis restos sean depositados en la ciudad de Caracas, mi País natal”

Y es que parece que los seres humanos, nos llevamos a nuestros pueblos en la capotera y cuando nos arrecia la tempestad, nos atrincheramos en ellos, en sus casas, en sus calles, en sus rostros, y por muy lejos que estemos, recuperamos fuerzas y esperanzas con solo mirar hacia atrás, desandar parte del camino y refugiarnos en ese mundo íntimo y seguro que es la memoria.

Conocí a un poeta camaguanero que no pudo salir jamás de su Camaguán querido, y todo lo que escribió fue sobre la llanura y los llaneros, porque se había llevado al pueblo en el corazón y lo que necesitó en la vida para ser feliz, lo tenía atesorado dentro de sus linderos; claro, entendiendo que por los cuatro vientos, el lindero de Camaguán fue siempre el horizonte.

En una tarde melancólica y nostálgica, a muchos kilómetros de distancia, en El Baúl, escribe un hermoso poema y en el deja escapar esta décima:

Como estarán los esteros
de mi Camaguán querido.
“La Portuguesa” dormido
con su carga de luceros.
Como estarán los llaneros
que me contaban consejas,
que cantaban coplas viejas
para que yo las glosara,
de modo que no faltara
mi nombre en las corralejas.

Desde sus primeros poemas de juventud, lo que hace es devolverle a la tierra lo que esta le había dado; y lo dice. En la primera página de su libro “Tolvaneras” le dice al llano:

Tierra de Lazo Martí,
Arriero del silbo terso,
Te vengo a decir en verso
Lo que contigo aprendí.

Era un apasionado de la poesía del gran bardo calaboceño Francisco Lazo Martí, y solía repetir que la mejor estampa de la llanura venezolana estaba contenida en un verso de la “Silva Criolla” que el poeta le había regalado original a su tío, el Dr. Pedro Beroes Rivas y que decía:

Cantando una tonada clamorosa
Y bajo el fiero sol de la sabana,
Al paso lento de la res morosa,
Con rumbo al sur pasó la caravana.

Solía expresar su nostalgia cantando un verso de su gran amigo apureño Julio César Sánchez Olivo, que dice:
Hace años que no te veo
Cajón de Arauca apureño;
¡Como te recuerdo ahora
con cien leguas de por medio!

Y en todos sus poemas, lo diga o no lo diga, está su Camaguán.

Casan dos gallos de fama,
la gallera está repleta,
no queda ni una silleta
que no luzca un pelo e’ guama.
Está lindo el panorama,
Las cuentas vienen y van,
unos “piden” y otros “dan”,
cada garganta es un grito,
pelea la Flor de Uverito
con La Flor de Camaguán.

O en uno de sus celebrados poemas, aquel que comienza:

El arpa se abre camino
y corren por sus entrañas
como en un duelo de arañas
las manos de Cupertino.

La primera décima dice:

Arpa que me rinde el sueño
grita un borracho fiestero
y alegre como un jilguero
canta un catire apureño.
Se acerca un calaboceño
Al banco del mujerío
Corta nubes el tañío,
Suena linda la alpargata
Y a lo lejos se retrata
La media luna en el río.

Sin duda alguna, ese río es “La Portuguesa” dormido con su carga de luceros.

En el poema “Toros Coleados” hay una parte que dice:

El toro se para al fin
Y el tierrero que levanta
Se introduce en la garganta
Rumbosa del cornetín
Arpa, maraca y violín
Alegran otros templete,
Suenen pitos y cohetes,
Huele a caña el vocerío
Y la calle es como un río
De cintas y ramilletes.

No necesita decirlo para que sepamos que ese río de cintas y ramilletes era una calle de Camaguán, cuando las coleaderas las hacían dentro del pueblo.

La mujer llanera, su eterna inspiración, le permite bellos poemas y pasajes y hasta versos humorísticos entre los cuales recuerdo uno que es un dechado de picardía, escrito para despedirse de una novia camaguanera:

Cuando tu mires pasar
Por tu casa un güirirí,
Sales corriendo a la puerta
Y le preguntas por mí.

Si cae de pronto a tus pies,
Es que estoy pensando en otra,
pero si sigue volando
es que estoy pensando en ti.

En su conversación diaria aparecen sus paisanos, especialmente los poetas y músicos. José Cupertino Ríos Viña, Manuel Pérez Acosta, Ruperto Sánchez, Rafael Hurtado, Pedro Pablo Molina, el negro Acevedo Gil, Juan Briceño Zapata, Castor Vásquez de quien decía que por participar en la manifestación del 14 de febrero de 1936, le habían dado un tiro en la mano derecha y él, pintor de vocación se vio en la necesidad de aprender a pintar con la izquierda y sin ser zurdo, pintó más de tres mil cuadros.

Calificaba de héroes a quienes formaron la avanzada que a mediados del siglo XX popularizó a la música llanera; Juan Vicente Torrealba, Ignacio Figueredo, Reynaldo Espinoza Hernández, Fredy Reyna, Ernesto Luis Rodríguez, Mariano Hurtado Rondón, Juanito Navarro, José Romero Bello, Angel Custodio Loyola, Josefina Rodríguez, Pedro Emilio Sánchez, Adilia Castillo, Magdalena Sánchez y el conjunto Camaguán.

Con Juan Vicente Torrealba compone: “San Fernando”, “Mujer Guayanesa”, “Madrugada Llanera”, “Primaveral”, “Secretos de amor”, “Volverás”, “Caprichos de Carmen”, “Muchachita Sabanera”, “Mujer llanera”, “Muchacha de ojazos negros”, “El cigarrón”, “Tu y el mar”, “Noche de luna”, “Tempestad en el palmar”, o “Aquella Noche”.

Con músicas del folklore nacional o de otros grandes arpistas: “Guayabo Negro”, poema escrito sobre la música de un antiguo joropo barinés llamado “El Pasaporte”; “Ni las estrellas que alumbran el mes de abril”, con música de Chucho Moreno Moreán, “Estrofas de amor”, “Juan Solito” con música de Pedro Pablo Molina, “Seño Llanero”, “La Catira”, “La llanura”, “Los garceros”, “Aragüita” “Pata e’ Jaro”, “El Cabrestero”, dedicado a su amigo José María Nieves” “Cuerdas de Oro”, Tristeza Llanera”, “Un Pájaro”, “El Tordito”, “Mis cantares”, y “Mi Pasaje”, cuya primera copla se puede copiar en vallas en la carretera antes de la entrada al estero:

“Sobre el potrillo alazán
Cuantas veces en mi infancia
Me topé con tu fragancia
Estero de Camaguán”.

Pero su gran amigo, su hermano de alma, seis años mayor que él, fue el gran “cuatrista” Juan Briceño Zapata, el hombre que según el “Seis por derecho” de Pedro Emilio, “Briceño tocaba el cuatro con una muñeca rara”. Juan y él, arpa y libreta en mano, compusieron obras que son hoy monumentos de nuestra música llanera: “Canoero del Guanare”, “Resentimiento”, “Una casita bella para ti”, y el célebre “Caminito Verde”.
“Lloraré cuando recuerde
que te vi reverdecer
Adiós caminito verde
Me voy para no volver”.

Y hasta cuando quiere “comprar para ti una casa bella donde se duerma con el ruido de la mar” (una casa en la playa) dice que debe ser donde podamos bailar “como se baila en el llano guariqueño”, “oyendo el cuatro del maestro Juan Briceño” otro camaguanero. Ni aun frente al mar abandonó a su pueblo.

Une su pluma a la lira del gran maestro Antonio Lauro, y juntos componen el Himno de Camaguán que debe ser cantado en actos como este.

Himno de Camaguán.
(fragmento)

Camaguán con su estero grandioso
Que parece un pedazo de mar
*************************
“tus jinetes, del llano la flor,
descendientes de aquellos que un día
escoltaron al Libertador”.


Yo no soy camaguanero pero soy agradecido. Nunca tendré como pagarles la decisión de ustedes, tomada en aquella sesión privada, que es la más pública de las reuniones secretas que he visto, de invitarme a tomar la palabra en este acto, porque me han dado la oportunidad de retomar mis raíces camaguaneras y guariqueñas.

Al Guárico, tierra de poetas y de músicos, le dedicó mi padre una copla con la que quiero terminar:

GUÁRICO, MI SAL, MI LUZ,
ANCESTRO DE MIS MAYORES,
HAS DADO MÁS RUISEÑORES
QUE TODO EL CAMPO ANDALUZ.

Creo que la obra de Fleitas Beroes debe ser recogida en un solo volumen que incluya sus poemas, las letras que compuso para ser cantadas en joropos y pasajes, y su prosa, esa serie de escritos salidos de su mano, pero escritos con “la otra pluma”.

Germán Fleitas Nuñez

El texto aquí desarrollado, constituye un fragmento del discurso pronunciado por Germán Fleitas Nuñez, hijo del Poeta de Camaguán, durante la sesión solemne celebrada por el ilustre concejo municipal de Camaguán, el 5 de enero de 2005, con motivo del aniversario de su elevación a la condición de municipio. Recientemente, en fecha  24 de diciembre de 2010, con ocasión de la inauguración de la Plaza de los Artistas, donde se rindió homenaje a varios artistas oriundos de Camaguán,  y donde nuestro poeta tiene un lugar destacado, se pronunció nuevamente.

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